¿Cupos o castigos?

Establecer tantas regulaciones para asegurar un derecho termina coartando libertades, lesionando precisamente aquello que se quería garantizarEl renovado debate por la ampliación de derechos de diversas minorías en nuestro país no debería perder de vista un aspecto esencial: siempre que se determine un porcentaje obligatorio de inclusiones se estará aceptando, como contrapartida, un idéntico porcentaje de excluidos.Parece un juego de palabras, pero no lo es. Discriminar de manera "positiva" o "inversa", como se ha dado en llamar a los cupos representativos de minorías en distintos empleos, deriva en una inevitable discriminación "negativa" -una redundancia, pues toda discriminación lo es-. Si, por caso, se garantiza un cupo del 20% para un sector, el resto de los sectores pierde igual porcentaje de representatividad. Se favorece y se castiga al mismo tiempo.Por otro lado, acceder a un puesto laboral como parte de un cupo, ya sea que fuere mujer o transexual, por tomar solo dos ejemplos, podría resultar denigratorio para la propia persona. No es lo mismo que ocupar un puesto porque se lo ganó, por la valía del postulante más allá de su sexo o de su autopercepción.Alcanzar un objetivo por ser idóneo es un mérito, un logro que habla, mucho y muy bien, de la capacidad de la persona. Tanto es así que la propia Constitución nacional sostiene en su artículo 16° que todos los habitantes de la Nación argentina "son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad".Los periodistas que en 1991 cubrían las sesiones del Congreso recuerdan bien las críticas de muchos legisladores por las enormes dificultades que a no pocos partidos iba a generarles la ley de cupo femenino, sancionada en noviembre de ese año. Tal norma dispuso que las listas de candidatos a cargos electivos estuvieran conformadas con el 30% de lugares destinados a mujeres, con posibilidades concretas de resultar elegidas; es decir, no era admisible completar ese porcentaje ubicándolas en el final de las nóminas, sino en puestos "expectables" de obtener un escaño.En los 90, la participación de la mujer en política no se verificaba de manera notoria, por lo que para cubrir esos cargos muchas fuerzas debieron recurrir a personas ajenas a las propias filas o incluso desinteresadas de la política a fin de cumplir con la ley. Hoy, ese porcentaje de cupo obligatorio en las listas es del 50%. Un contrasentido en muchos aspectos instrumentales: por ejemplo, ¿qué...

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