En la cuna del secesionismo esperan concretar un viejo sueño

SANT PERE DE TORELLO. Tierra adentro, a una hora de Barcelona, este pueblo encantado se jacta de ser la cuna del independentismo catalán. "Aquí, en ese asunto, le costará encontrar a uno que piense distinto", previene uno de los primeros vecinos que se cruzan con LA NACION frente a la sede de la alcaldía.

Las huellas están a la vista: no hay una esquina sin "estelada", tal como se conoce a la bandera catalana, y se puede apostar seguro que no se encontrará una española. Nada que recuerde "a los de allá", que es la forma más común de referirse a Madrid.

Con poco más de 2500 habitantes, enclavado en un entorno de masías perdidas entre montañas que presagian el Pirineo y de puentes romanos sobre el río inquieto, el bucólico pueblo de Sant Pere de Torello -el primero en declararse "territorio catalán libre", en 2012- defiende su identidad sin nerviosismos.

No tiene necesidad de ello: la oposición no existe. De los 11 concejales, no hay uno solo de otro partido que no milite en las filas del independentismo radical de Cataluña. Semejante unanimidad de criterios hizo de su popular alcalde, Jordi Fábrega, un manual viviente del secesionismo activo. Hace años que ocupa el puesto y la gente lo adora. "El día que no esté Jordi no sé qué haremos", dice Carles Baños, uno de los vecinos del lugar.

No hacía mucha falta. Pero el vecino saluda que "el Jordi" se haya anticipado con un bando en el que "prohibió" que se precinten escuelas o dependencias públicas del lugar, como fue la orden emitida por la Fiscalía Nacional. Nadie, de todos modos, imagina a la Guardia Civil entrando aquí para una misión semejante. Hace rato que se sabe que un paso de ese tipo sería como encender la chispa de un incendio que vaya alguien a saber dónde termina.

El dato tiene sus antecedentes. Ya hace siete años que, alentados por Jordi, los concejales aprobaron la declaración que convirtió al municipio "moralmente excluido de la Constitución española".

Al igual que muchos otros pueblos de la llamada región de Osona y muchos de ellos en la misma ruta, Sant Pere es un laboratorio político. Un espacio donde el "catalanismo profundo" parece latir y empujar para imponerse sobre las ciudades más cosmopolitas de la región, con Barcelona a la cabeza.

"En las ciudades es más fácil encontrar gente que se oponga al independentismo. Pero en los pueblos de esta zona estamos todos cansados de que los de Madrid se queden con nuestro dinero", explica Marta Vives, en la vecina y más populosa...

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