De la cultura del cambalache a la ineptocracia política

Los cortes de luz en el verano caliente volvieron a recordarnos que la electricidad más cara es aquella de la que no se dispone. Los inconvenientes causados obligaron a hablar de la calidad del servicio, de la relación con las inversiones que el sistema requiere, del nivel de subsidios y de la necesidad de que las tarifas reflejen costos económicos. Pero no hubo demasiadas reflexiones sobre la pérdida de institucionalidad que tuvo el sector. La ley de emergencia con que esta administración inició su gestión intervino los entes reguladores del gas y de la electricidad cuyos miembros habían sido elegidos por concurso de antecedentes y entrevistas de evaluación. La profesionalización y la autonomía de los organismos de control en sectores capital intensivos son clave para atenuar la intrusión del cortoplacismo político y la captura del regulador por los regulados. La duración de los mandatos y los relevos parciales permiten el cambio, y a su vez garantizan la continuidad de prácticas regulatorias que evitan entrampar segmentos capital intensivos en los vaivenes de la discrecionalidad política. Pero en la cultura del cambalache nadie se rasga las vestiduras cuando la selección por antecedentes y mérito es reemplazada por el dedo de una intervención.

En una economía en crisis como la actual, no hay debate de ideas. El oficialismo retroalimenta un discurso exculpatorio que tiene como estribillo el "ah…, pero Macri". Si algún encuentro televisivo fuerza un debate, predominan los argumentos ad hominem, es decir, las descalificaciones y los insultos. Se utilizan las redes sociales como instrumento de mentiras y desmentidas, mientras la vicepresidenta, sin arriesgar réplicas y repreguntas en tiempo real, nos tiene acostumbrados a misivas autorreferenciales para la glosa de oficialistas y opositores. Y ahora Máximo, socavando a su propio gobierno, porque prefiere un default con el Fondo para conformar a su grupo de pertenencia ideológica que lidera no por mérito, sino por antecedentes familiares.

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Cuando Joseph Stiglitz escribió la nota "El milagro Covid de Argentina" sus afirmaciones resultaron provocativas y disparatadas para algunos de sus colegas argentinos, pero catecismo indiscutible para otros. ¿No hubiera sido la oportunidad para que el ministro de Economía, Martín Guzmán, defendiera la afirmación de su mentor académico en un debate abierto y televisado con alguno de sus colegas que ocuparon su cargo en la administración anterior? ¿No era la...

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