Cuestión de gustos

Helados de sopa de verduras, roquefort y nueces o aceitunas. ¿Por qué no? ¿O qué tal variantes de tragos como vino malbec, licor irlándes, mojito limón, batido americano o daiquiri durazno? Los más fantasiosos podrían demandar sex on the beach , crema del cielo de estrellas o ajo matavampiros. Las combinaciones son infinitas si se rompen moldes y avanza la creatividad.

¿Puede una heladería ofrecer a sus clientes 180 gustos atípicos y no morir en el intento?

Parece que sí. Lo cuenta Enrique Espeche en su libro Tres formas de tomar un helado . Licenciado en administración de empresas, conferencista y consultor, su expertise en la gélida golosina no es casual y arbitraria.

El título alude a que solo hay tres maneras de comerlo: con cucharita, lamiéndolo o...

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