Cuando Cristina ninguneó al Papa

El Papa recibió la carta de Cristina, la semana pasada, y no podía creerlo. "Por fin -dijo con su proverbial humildad y sencillez- alguien que se burla de este tipo de saludos. Por fin alguien que decide escribir un texto en broma, como un borrador, y en vez de tirarlo a la basura, me lo manda. ¡Por fin alguien que no se toma al Papa muy en serio!"Sí, Francisco estaba contentísimo. Hay que entenderlo: cada día recibe miles de mensajes de una insoportable formalidad, siempre cuidados, siempre horriblemente atildados. Nunca un chascarrillo, nunca un comentario sanamente atrevido, nunca una picardía que le arranque una sonrisa. Tenía que ser la señora, cuándo no, la que viniera a cambiar todo, a cargarse de un plumazo siglos y siglos de espantosa levedad protocolar.¿Lo común es que estas cartas las escriban expertos en la materia, funcionarios de buena pluma que saben cómo se hace? Pues bien, Cristina decidió hacerla ella. Decidió que nadie la iba a ayudar. El resultado, ya lo habrán visto, son unas líneas descontracturadas, frescas, espontáneas. Nada de hablar de Francisco, de la misión del sucesor de Pedro en un mundo convulsionado y todas esas menudencias. Habla de ella. De los ocho párrafos que tiene el texto, siete son autorreferenciales, lo cual no es poco mérito para una persona a la que también se le reconoce una proverbial humildad.Al principio admite que no tiene "ni idea" de cómo se escribe una carta de ese tenor. No sé si hizo bien en decirlo, porque nadie se hubiese dado cuenta. Al contrario. Estoy convencido de que ha impuesto una nueva forma de dirigirse al Santo Padre. Desde ahora la onda va a ser escribir lo que a uno le salga, decir "bla, bla, bla" (en mi opinión, uno de los tramos más logrados de la carta), olvidarse tildes, poner varios guiones donde no corresponden, que sobren comas o que falten. La onda va a ser que la cosa fluya naturalmente, no atarse a reglas ortográficas y de sintaxis y, sobre todo, cortarle las manos al tipo que quiera corregir o emprolijar eso. Se viene la era de cartas en las que lo importante es quién escribe y no qué dice, cómo lo dice y a quién va dirigida.Se sabe: las cartas convencionales con motivo de aniversarios son de lectura imposible. La de la señora es distinta. Por ejemplo, no tiene reparos en calificar de "ya célebre" el mate que ella le regaló, y, siempre frontal, le pregunta si ha recibido "el cuadro con sellos postales" que le hizo llegar, lo que parecería indicar que le está echando en cara que...

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