Cristina, pacífica y neoliberal; ¿será Cristina?

Volvió Cristina, a lo grande, cristinamente: con un discurso. Ya profetizó hace años: volveré y seré millones; millones de palabras, malpensados. Esta vez no habló largo -pasó de XXXL a M-, pero dijo mucho. Muchísimo. Primero, que en el atentado salvó su vida gracias "a Dios y a la Virgen"; sin quitarle mérito alguno a la intercesión divina, yo agradecería también que la cosa haya estado en manos de un tipejo tan rudimentario. Segundo, que la detención de Sabag Montiel tras el ataque fue obra de militantes y no de la policía. ¿Crítica a la policía? No, elogio de la militancia . Tercero, que no está pensando en ser candidata a presidenta porque ya fue presidenta dos veces y porque la presidencia no tiene fueros; esto último no lo dijo en voz alta: le leí los labios. Cuarto, insistió en la necesidad de llegar a acuerdos con la oposición; como es la tercera o cuarta vez que lo menciona, empiezo a creerle. Es decir, confío en que se reunirá con su mayor adversario, su enemigo, el dirigente al que más desprecia: Alberto. Lógicamente, ella dirá que con Alberto ya no tiene nada que negociar, ni temas en común, y razón no le falta: el profesor se ha convertido en un turista del poder , un viajero, visitador de lugares, animoso tertuliano con su guitarra y sus anécdotas, sonriente en todas las fotos. ¿Veremos a Cris dialogar con Macri, tomar el té con Lilita, recibir con un beso a Patricia Bullrich? Creo que es un exceso pedirle otro milagro a la misma providencia que se ocupó de vaciar la recámara de la Bersa.

Quinto: explicó que no fue a la misa "por la paz y la fraternidad" en la Basílica de Luján para no entorpecer con su presencia. Faltaba más, mi reina: desde cuándo usted entorpece, agita o perturba algo. Mansa y serena como se la ve por estas horas, casi beatífica, se ha convertido en prenda de reconciliación. Es la primera vez que una misa por la paz reaviva la guerra; y está muy bien lo de confraternizar, pero pierde gracia cuando todos juegan para el mismo equipo . Qué importante hubiese sido verla desplegar allí su arte: el arte de la palabra, desde el micrófono con que el obispo reconoció que aquello había sido una gran metida de pata; el arte de la templanza, frente a tanto dirigente exaltado; el arte del amor, para contrarrestar los discursos de odio. Amémonos, señora. Repita conmigo lo que nos enseñó Rep en Página 12: yo amo, tu amas, él ama, nosotros amamos, vosotros amáis, Sabag Montiel dispara copos de algodón de azúcar.

Sexto, y...

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