¿En qué cree hoy el peronismo?

El divorcio del peronismo con la sociedad volvió a quedar plasmado en los insultos que recibió el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, cuando el miércoles intentó acercarse a la marcha por la inseguridad frente al Monumento a la Bandera. Fueron muchos los improperios dirigidos a su persona y al intendente de Rosario, Pablo Javkin, pero uno de ellos reflejó con claridad el precio que están pagando los dirigentes alineados con el kirchnerismo por los despropósitos que ha acumulado el Gobierno desde que asumió. "Liberaron a los presos, hijos de p…", le reprochaba uno de los manifestantes, fuera de sí. Difícil separar este dato de la muerte de Joaquín Pérez, el arquitecto de 34 años que fue asesinado hace poco más de diez días por dos delincuentes que le robaron su Renault Clio. También, de la violencia narco que asedia a la ciudad.

Perotti intentó ubicarse del lado de los manifestantes, pero se vio obligado a emprender una rauda retirada. La bronca de la gente lo devolvió al lugar que le corresponde: el de la responsabilidad institucional. Todo un síntoma de época, sin embargo: en modo Berni, el "reclamado" por la rampante inseguridad pretendía confundirse con los reclamantes. Gesto demagógico o mera imprudencia, este error de cálculo exhibe hasta dónde llega la desorientación de los dirigentes del peronismo territorial, perdidos en un laberinto agónico tras la irresponsabilidad de haber avalado la aventura electoral de Cristina Kirchner. Ese pecado original derivó en una administración incapaz de dar dos pasos en la misma dirección, aunque muy certera para acometer siempre, de cualquier modo, el paso equivocado.

A las facciones del peronismo siempre las amalgamó un sentido religioso del oportunismo electoral. A la hora de ganar elecciones se acaban las disputas. También coinciden en los métodos para lograrlo. En ese trance todos, desde la derecha feudal hasta la izquierda de utilería, abrevan en una larga tradición. No hay duda de que en esta campaña están haciendo lo que han aprendido. El problema es que lo que siempre ha rendido frutos hoy no parece mover el amperímetro. Hacen llover platita en todo el territorio nacional, pero no cosechan votos. El vértigo electoral enciende la desesperación, y las contradicciones se multiplican. En lugar de aplacarse, las disputas se encrespan.

La identidad del peronismo la determina el poder. Sin él, sus dirigentes más representativos son almas en pena, desterrados del cielo a merced de la ley, y solo...

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