Correrías de un alcahuete moderno

Irremediablemente, hay que convivir con ellos. Prácticamente, en cualquier organización humana donde unos tengan roles de mando aparecerán los alcahuetes. Ni hablar si se trata de una empresa donde se debiera dar, aunque no siempre ocurre, que la altura desde la base tiene directa relación con los ingresos.

Es fácil reconocer la fauna de alcahuetes. Aunque, deformaciones del lenguaje mediante, poco tendrá que ver con la primera definición que la Real Academia Española (RAE) otorga al término. Se denomina alcahuete a toda "persona que concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita".

Pero el que anida en la oficina moderna nada tiene que ver con un personaje clásico parisino que pintó el Marqués de Sade en el relato "El alcahuete castigado". En aquel cuento, el señor Savari convirtió su mansión en un reducto para que las damas de París y sus hijas se entreguen al placer prohibido con una sola condición: pasado el umbral ya no había memoria de lo sucedido. Aquella aventura terminó con tres muertes y con la sociedad escandalizada por dimes y diretes.

Nada terminará igual. La mutación del término lo llevó a lugares menos complejos. "Persona que lleva o trae chismes", dice la tercera definición de la RAE. Pero, sin duda, a este tipo de personajes se los relacionas más con el lunfardo básico, con el famoso chupamedias. "Persona que intenta ganar el favor de otro comportándose en forma zalamera y servil", dice una cercana aproximación al término.

Se puede decir que de la fusión entre la tercera definición de la RAE y la de chupamedias se llega entonces al "alcahuete corporate", un personaje enervante para casi todos, incluso para el dueño de las medias. Estos sujetos suelen tener reflejos manifiestos a realizar cualquier...

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