Correr una carrera amateur... en un circuito profesional

Caminar bajo los rayos del sol 250 metros hacia el Este y volver otros 250 hacia el Oeste -según indicaba el GPS del celular- sumado a los más de 30 grados de sensación térmica del mediodía hacían del intento por acreditarme en el circuito una tarea insufrible. ¿El motor de la cita? Un test drive con un auto de fórmula E.

El chirrido de las frenadas contra el asfalto anunciaba que algunos pilotos probaban sus autos para la carrera del día siguiente, en el Buenos Aires e Prix. Entre las tribunas de metal gris, los puestos de cerveza y los recovecos del circuito, varios autitos que parecían de madera se enfilaban uno tras otro.

Un grupo de hombres con gorra y camisa blanca circulaban entre estos autos azules, blancos, grises y rojos que, con trompa puntiaguda y cuatro ruedas finitas, parecían de colección. Los inocentes carritos, que poco intimidaban, serían los protagonistas de la carrera que disputaríamos varios periodistas. Y serían, también, el reemplazo por el gran auto de formula E que teóricamente yo iba a probar.

"Carrera" no es, precisamente, una palabra con la que me identifique demasiado. Para colmo nos explicaron que en este tipo de carreras se corre en equipo. Primero maneja uno y a la mitad del recorrido le pasa el volante al otro. Honestamente, yo prefería perder sola antes que arrastrar al último puesto también a mi compañero.

Rubén Daray -piloto del ambiente automovilístico ya retirado- contó en una charla introductoria que estos autos son armados por alumnos de 125 escuelas técnicas del país. Se corren campeonatos dentro del Desafío Eco donde participan 1200 chicos y las carreras duran dos horas. "Hay que tener cuidado con la batería, el auto no marca cuánta le queda y si acelerás mucho corrés el riesgo de que a tu compañero se le pare el auto a pocos metros de la llegada", explicó.

Los autos de ese día habían sido preparados por un equipo profesional de los mismos organizadores que los del Desafío Eco, pero la carrera no sería de dos horas sino que abarcaría dos vueltas al circuito, una por cada piloto. Mi compañero era un norteamericano: yo largaba y luego le pasaría el mando.

La fila de autos comenzó a desfilar hacia la pista. Cada uno era acarreado por un hombre. Para quien mira un deporte desde afuera, es difícil imaginar el mundo que hay por dentro. En este tipo de carreras se trasladan pilotos de todo el mundo, traen los autos en barco, vienen familias enteras a seguir al hijo, al hermano o al primo que corre...

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