Coronavirus: La llegada de una guerra que comenzó a librarse en otros países

Cuando amenaza una crisis sanitaria de dimensiones aún desconocidas, aparecen las consecuencias de una dirigencia política local entusiasmada en perder el tiempo. La catástrofe del coronavirus, que azota ya a importantes países asiáticos y europeos, podría provocar un estrago mucho mayor aquí si llegara en condiciones parecidas a las del hemisferio norte. El sistema de salud pública argentino es endeble y carece de muchos elementos e instrumentos que sí están en los países asolados ahora por la pandemia. No es culpa de este gobierno, ni del anterior, ni del anteúltimo. Desde hace treinta años, la Argentina solo piensa en la crisis económica o en la próxima crisis económica o en el pago de la deuda pública. Las recetas económicas han pasado de la ortodoxia al keynesianismo, del keynesianismo a la heterodoxia y de la heterodoxia a la ortodoxia de nuevo. Ese vaivén explica la inexistencia de un acuerdo común sobre los trazos esenciales de la economía nacional. Y las crisis de la economía deslizan la salud pública o la educación hacia lugares secundarios entre las prioridades de cualquier administración. Hasta que llega la amenaza cierta (casi inevitable) de una epidemia sin vacuna y sin cura.El ministro de Salud, Ginés González García, les informó a los presidentes de los bloques parlamentarios que su cartera compró todos los respiradores artificiales que había en el mercado. Son 63. Nada. Un número insignificante si se tiene en cuenta los miles de contagios que hubo en Italia, España y Francia. Los hospitales públicos sirven para curar algunas enfermedades (no todas), pero carecen de recursos y de instrumentos para . Solo tiene la capacidad de los médicos argentinos, que son muy buenos en su gran mayoría, y su vocación para enfrentar el desastre en las peores condiciones. En Italia, el país europeo donde parece que la pandemia está fuera de control, los médicos deben decidir quién vive y quién muere por el colapso de los respiradores artificiales. Es una decisión dramática, humanamente desoladora, para los médicos, pero lo es también para la sociedad que padece esos extremos de la crisis. En ese contexto, y con buenos reflejos políticos, el Presidente tomó casi todas las decisiones que ya existen en los países con la crisis mucho más avanzada. Teme, con razón, un incremento exponencial aquí de los contagios, pero aquí no hay un sistema de salud en condiciones de soportar semejante carga. O detiene la epidemia antes de que llegue con...

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