Las convicciones del triunvirato que nos gobierna

Ya pasaron casi mil amaneceres desde aquel martes en el que asumieron los Fernández. Es probable que casi nadie se acuerde de la frase del alba: "volvimos mejores ". Luego de prestar juramento la fórmula compareció en Plaza de Mayo ante sus entusiastas militancias. Cristina Kirchner miró al presidente que ella había formateado y le dijo: "Sé que usted tiene la fuerza y la convicción para cambiar esta realidad tan fea que están viviendo los argentinos".

Al flamante jefe de Estado también le dio esa tarde por dejar sentado que el asunto de las convicciones no le era indiferente. "Por la locura de la Argentina o por la locura nuestra -explicó a la plaza-, alguna vez nos distanciamos y alguna vez nos reencontramos. Y nos reencontramos sabiendo que no había diferencias sustanciales entre nosotros y que nos distanciamos por formas o modos".

Acto seguido Alberto Fernández expuso su reconocida tesis sobre los porqués del atraso argentino, pensamiento que empequeñece a Ingenieros, Scalabrini Ortiz, Alejandro Korn, José Luis Romero, Sebreli y Discépolo. En resumen: cuando el peronismo se divide gana la antipatria, el país se va al demonio y hay que volver a empezar. Dicho con sus palabras (y su sintaxis): la distancia entre ellos dos, Alberto y Cristina, "favoreció para que este espacio se divida y para que con esa división vuelvan a ganar los mismos que siempre ponen obstáculos para que la Argentina crezca y se desarrolle".

Sobre esa plataforma conceptual arrancó el gobierno fernandecino, autopercibido promisorio, al que hoy todavía le faltan 16 meses para decir misión cumplida, aunque no es seguro que se vayan a usar esas palabras exactas y ni siquiera es seguro que el 10 de diciembre del año próximo alguien quiera decir algo.

El tema de las convicciones ha sido central en el discurso público. Cuando se lo evoca no tarda en venir a la mente la frase más épica de Néstor Kirchner: "Puedo asegurar de corazón que no vine a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada".

La convicción es algo que el luchador de bien no abandona. Un verbo poco lustroso -claudicar- está listo por si alguien lo hace. Hasta tuvimos un diario que se llamó así, Convicción, el diario "del extremo centro" que no era "ni marxista ni fascista ni peronista ni populista", decía, cosa que no le impidió ser honrado con alguna pluma más tarde kirchnerista. Era el diario de Massera.

No cualquiera sostiene las convicciones de un lustro a otro sin hacer retoques . Tampoco es...

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