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Sin selfie entre los funcionariosPese a que ya son inocultables las diferencias entre el ministro Axel Kicillof y el jefe del Banco Central, Juan Carlos Fábrega (foto), el jefe del Palacio de Hacienda trata de minimizarlas ante otros interlocutores, destacando la buena relación personal que tendrían ambos funcionarios. "Juan Carlos es un gran amigo", se le escuchó decir al hombre de mayor confianza de la presidenta Cristina Kirchner. Como prueba de esta presunta amistad, Kicillof le habría propuesto a Fábrega sacarse una selfie juntos, una idea que, por ahora, al jefe del organismo monetario, no lo convence. En Economía prefieren hablar de diferentes roles más que de diferencias de criterios, mientras en la City continúan los rumores en torno de la posible salida anticipada del jefe del Central.Festejos con precios cuidadosEl Gobierno ya empezó a enviarles a hombres de negocios la convocatoria para la celebración que, el 10 del mes próximo, hará en Tecnópolis por el Día de la Industria. Tal vez en el momento más difícil de la relación entre la Casa Rosada y el establishment, se espera este año una comida que incluirá, más que nunca, a aquellos empresarios afines al modelo económico. Las invitaciones fueron ya cursadas e incluyen el precio: 1200 pesos el cubierto. Puede no ser barato, aunque habrá que admitir que se ubica todavía por debajo del promedio de la inflación anual: hace un año, cada lugar costaba 1000 pesos, lo que supone un alza del 20% esta vez. Débora Giorgi podría hablar aquí, con orgullo, de "festejos cuidados".Invitados que se quedaron afueraAlgunos de ellos llegaron a las 19.12 a la entrada de la Bolsa de Comercio, tres minutos antes de lo que marcaba la invitación oficial. Pero ya era tarde: Luis Miguel Etchevehere (foto), líder de la Rural; Alejandro Bulgheroni, de Pan American Energy; Gabriel Nazar, de El Cardón, y el textil (y diputado massista) José Ignacio de Mendiguren no pudieron entrar, el miércoles, al acto por los 160 años de la entidad, que fue presidido por Cristina Kirchner. De poco valieron las quejas, los enojos y una discusión con la custodia: la orden había sido dada desde Casa Rosada y, hasta que no terminara de hablar la jefa, nadie podría dar ni un paso. "¡Pero la invitación dice 19.15!", insistieron. No hubo caso. Por una vez, la Presidenta había llegado temprano a un acto e incluso se mostró muy amable con los empresarios que habían podido entrar, circunstancia que no impidió entender el incidente como una metáfora...

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