Confraternidad juvenil, en Iguazú

PUERTO IGUAZÚ.- Allí estaban, por fin todos juntos, llenando los distintos espacios del funcional y colorido escenario levantado al aire libre, de espaldas a las Cataratas, en medio de un paisaje verde de inabarcable exuberancia. A la derecha se instalaron los contrabajos. Del medio hacia la izquierda, cubriendo toda la parte baja, el resto de las cuerdas. En una franja más elevada y también central se acomodaron los metales y las maderas, dejando el escalón superior para la percusión. Arriba de todo, los chicos del coro. Quedó el extremo izquierdo reservado, completo, para la banda de gaitas de la escuela episcopal St. Thomas, de Houston (EE. UU.) y una suerte de palco, arriba y a la derecha, para algunos de los solistas. Los otros tocaron en el proscenio, junto al podio del director. Cuando el escenario se completó, allí había casi 700 chicos y chicas, la inmensa mayoría de entre 6 y 15 años. Cada grupo podía distinguirse por el color de sus remeras especialmente diseñadas para lucir en esa celebración final. Pero más allá del atuendo, de los idiomas y del lugar en donde cada uno vive, lo esencial los unía. A través de ellos, la música hecha confraternidad, camaradería, juego, aprendizaje y celebración del arte vivió aquí como una genuina fiesta el cierre del cuarto Festival de Orquestas Infanto-Juveniles Iguazú en Concierto.Hubo que esperar 24 horas después de lo previsto para que los precoces y talentosos músicos, que se habían destacado por separado durante toda la semana previa en distintos escenarios locales, convergieran en ese esperado concierto final. La inclemente tormenta del sábado se disipó al día siguiente y desde el mediodía, al calor del tibio sol otoñal, el público fue acercándose al amplio espacio verde ubicado junto al hotel Sheraton para desplegar sus sillas playeras y aguardar, mate en mano, el comienzo del concierto.Había lugar para todos en una vigilia que ofrecía imágenes deliciosas, como la de la carismática Polina Tarasenko, una chiquilla ucrania de 11 años que improvisaba con su trombón (también toca trompeta, flauta, saxo y batería) "No llores por mí Argentina", junto a dos chicos jujeños de su misma edad e instrumento. Ninguno hablaba la lengua del otro, pero se entendían a la perfección.Muy cerca, violinistas argentinos y brasileños en plena adolescencia improvisaban el "Libertango", de Astor Piazzolla. Un poco más allá, Lyric Todkill, el joven director de la banda de gaitas, recibía uno a uno a los miembros del grupo que, en...

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