Conclusiones generales

AutorArmando S. Andruet
Cargo del AutorDoctor en Derecho y Profesor Titular de Filosofía del Derecho , Universidad Católica de Córdoba Alveroni Ediciones, 2001

Finalmente después de haber efectuado un extenso tratamiento de los temas que en nuestra opinión aparecían como mayormente comprometidos en el ejercicio profesional contemporáneo, estamos en condiciones de formular algunas consideraciones a guisa de conclusión del presente estudio. De cualquier forma, conviene desde ya indicar que tienen ellas una alta cuota de provisoriedad, puesto que estando implicadas en las mismas la propia movilidad de la conducta humana y también los diferentes comportamientos sociopolíticos y académicos que hacen al manejo de la cuestión pública, sin duda que es posible que puedan sufrir variaciones inesperadas, y nuestras conclusiones tornarse abstractas y fuera de contexto. De todas maneras, creemos que a pesar de la inmediatez de la cuestión, es posible transitar algunas líneas de reflexión.

Para ello, corresponde volver a colocarnos nosotros mismos en el punto de inicio de nuestra preocupación, aproximadamente cuatro años atrás. Para aquella fecha -y obviamente para la que ahora acontece-, advertíamos que el ejercicio profesional, en su praxis ordinaria, cada día era efectuado con un poco menos de apego a las formulaciones que rigurosamente uno advierte existentes para cualquier ejercicio profesional concreto, lo que tratamos de aislar en el capítulo 2 del presente. Y que frente a un vaciamiento de tanta magnitud en el ejercicio profesional, no existía de manera contundente una toma de preocupación por dicho estado de cosas, sino que por el contrario, lo que existía era una suerte de comprensión y pasividad hacia el mismo.

En definitiva, comenzamos a reconocer con honda preocupación que el problema del indebido ejercicio profesional de la abogacía era una cuestión de la cual ninguno de aquellos que uno podía creer razonablemente que tenían preocupación en el tema, estaban a la vez dispuestos, con la más absoluta certeza, a interferir en ese proceso de deterioro constante y así revertirlo.

Cada uno de los aparentemente implicados en tal consideración, podía quizás uno conjeturar, sentía que la responsabilidad le era mayormente achacable al restante implicado. Así, las universidades tenían la opinión de que la consideración de la ética profesional integraba parte de lo recóndito y de la conciencia del profesional, y por tanto no convenía impartir instrucción a la misma; por su parte, los colegios profesionales atribuían esa misma cuestión al ámbito universitario, quien debiendo formar en tales tópicos no lo hacía...

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