El compromiso de los empresarios

En una Argentina que avanza hacia la normalización de su vida republicana y hacia una mayor previsibilidad en materia de economía y seguridad jurídica, el papel y la responsabilidad de los empresarios para la consolidación del proceso de transformaciones será esencial.

Durante las últimas semanas, hemos asistido a positivos ejemplos de una clara actitud de compromiso por parte de representantes del empresariado, que finalmente ha dejado atrás el penoso silencio, cuando no complicidad, que lo caracterizó a lo largo de la prolongada era en la que el kirchnerismo gobernó el país.

No está de más recordar que en ese oscuro período de nuestra historia reciente, caracterizado por un intervencionismo estatal asfixiante para muchos sectores de la actividad privada y por el capitalismo de amigos, no pocos empresarios se transformaron en una suerte de cortesanos del poder en busca de negocios con el Estado. El prebendarismo y la corrupción fueron moneda corriente, especialmente en las adjudicaciones de obra pública. Surgió así una nueva burguesía que se valió de los contactos con funcionarios que aspiraban a convertirse en socios. La capacidad de innovación y el sano emprendedorismo quedaron de lado frente al poder de los pseudo-empresarios, cuyo enriquecimiento fue paralelo al crecimiento de la corrupción.

Es cierto que la mayoría de los empresarios trató de seguir haciendo su trabajo, dentro de las enormes limitaciones que impuso un modelo económico donde la seguridad jurídica brillaba por su ausencia y en el que la inflación y los controles de precios y cambiarios tornaban impredecible cualquier plan de negocios. Sin embargo, esa mayoría de empresarios convalidó con su silencio los atropellos de los sucesivos gobiernos kirchneristas.

El mea culpa del empresariado tardó en producirse. Sólo hacia octubre de 2015, en medio del proceso electoral que llevó a Mauricio Macri a la presidencia de la Nación, se escucharon los primeros atisbos de autocrítica. Fue en el 51° Coloquio de IDEA, efectuado en esa fecha en Mar del Plata, cuando el empresariado, formalmente, reconoció haber sido víctima de sus propios temores y de su inacción frente a los abusos de poder y los ataques contra la propiedad privada cometidos durante la última década. Se pensó, mezquinamente, que la cercanía al poder político y el silencio cómplice frente al exacerbado intervencionismo del Estado y el nulo respeto por el derecho a la propiedad privada y la división de poderes, era el...

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