'Comía hasta reventar'. De la dieta al atracón, el trastorno de la alimentación que genera culpa y vergüenza

Aunque los primeros indicios empezaron cuando tenía 17 años, Charo dice que se venían gestando, silenciosamente, desde mucho tiempo antes. En ese entonces, estaba terminando el secundario y vivía junto a sus papás y hermanos. "En casa había una sobrevaloración muy marcada de la imagen corporal. Todo el tiempo se hablaba del cuerpo del otro. Mi mamá y mi papá admiraban a las personas con una delgadez extrema, y como yo siempre tuve una tendencia a tener un poco de sobrepeso, me sentía menos", recuerda.

Alentada por su familia, Charo empezó su primera dieta a los 12. Cuando estaba en el último año del colegio, con la inminencia del viaje de egresados. Al notar que le costaba bajar de peso, fue restringiendo cada vez más y más sus comidas. Y fue justo ahí cuando sintió que algo crecía dentro suyo, en la mitad de su pecho, enorme e ineludible como un planeta: una voracidad que le cuesta poner en palabras, un deseo irrefrenable de comerse todo.

Arrasar con todo lo que hay en la heladera de noche, en soledad, una conducta habitual en quienes padecen trastornos por atracón

Durante el día, se esforzaba por seguir la dieta. Comía una ensalada o solo galletitas de agua a la hora de la merienda, por ejemplo. Pero muchas noches, cuando todos dormían, la ansiedad la arrastraba sigilosamente hacia la cocina. En soledad, sin testigos, revisaba la heladera y cada una de las alacenas. Así, a escondidas, descarrilaba. En menos de una hora, devoraba todo lo que se prohibía en la dieta. Potes de dulce de leche. Tortas enteras. Un kilo de helado. Paquetes y paquetes de galletitas. Chocolates y más chocolates. Uno tras otro. "Sobre todo, eran cosas dulces, pero no importaba: comía lo que encontraba", cuenta Charo.

Después, como si acabara de cometer un crimen, limpiaba la escena. Escondía los paquetes vacíos y ordenaba todo como para que la comida faltante se notara menos, como si nada hubiese pasado . Y se iba a dormir, con el cuerpo al borde del colapso y el alma destrozada. Al día siguiente, la sensación era todavía peor: culpa, vergüenza, odio hacia sí misma, soledad y, paradójicamente, un vacío enorme.

El testimonio de Charo, su verdadero nombre su preservado, permite asomarnos al mundo emocional de quienes tienen un trastorno por atracón. Según especialistas consultadas por LA NACION, aunque tiene "poca prensa", se trata del trastorno de la conducta alimentaria más habitual. "En América Latina, tiene una prevalencia de 3,54% en la población. Es tres veces más común que la anorexia y la bulimia nerviosas juntas y más frecuente que el cáncer de mama", señala la mexicana Eva Trujillo, pediatra, reconocida especialista a nivel regional en trastornos de la conducta alimentaria y expresidenta de la Academy for Eating Disorders (la Academia de Trastornos de la Conducta Alimentaria).

Esta problemática se desarrolla sobre todo en quienes tienen sobrepeso, con una relación de 2 a 1 en mujeres respecto...

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