Comenzó la temporada alta en Hollywood

LOS ANGELES.- Alrededor del mundo, sea en pueblos, aldeas, desiertos o megalópolis, cuando llega noviembre la sensación de fatiga que provoca el año que empieza a terminarse se puede oler en el aire. No importa el idioma, huso horario o estación en la que se viva, a estas alturas de 2014 cada día es una despedida y la rueda parece girar un poco más lento. Pero acá nada de eso sucede: todo lo contrario. En lugar de aminorar la marcha, a partir de noviembre, la industria del entretenimiento empieza a acelerarla. Los premios con sus alfombras rojas, sus "¿Quién te viste?" y sus discursos de agradecimiento empiezan a marcar el ritmo, a invadir cada rincón de esta ciudad que produce cine y TV como otras hacen autos, heladeras o microondas ("La estatuilla al mejor horno del año es para?")

Sin embargo, detrás de los brillos, las luces de los seguidores que suelen iluminar el cielo de Los Angeles noche tras noche, por acá también se asoman rincones oscuros, callejones más allá de las icónicas palmeras y las colinas de letras gigantes inmortalizadas por cada ser humano que haya puesto pie en Hollywood. Por cada historia contada a los gritos para que todo el mundo las escuche hay otras que se susurran cuando el maquillaje empieza a descascararse. Relatos en los que las tragedias y los finales de ciclo, de juego y hasta de vida, demuestran que no siempre lo que brilla es oro. Ni siquiera en la dorada ciudad de los sueños.

No molestar. Antes, los curiosos se acercaban al hotel Beverly Hilton, bastión del glamour del viejo Hollywood muchas veces inmortalizado en cine y TV (Ben Affleck lo mostró en Argo), para espiar, aunque fuera de lejos, el International Ballroom, el salón donde año tras año se celebran los Globo de Oro. Otros bajaban a su subsuelo para tomarse un Mai Tai en el Trader's Vic, el bar en el que Frank Sinatra y sus amigos (el legendario Rat Pack) solían pasar noches eternas. Pero desde la tarde del 11 de febrero de 2012, todos quieren subir a la habitación 434. Una suerte de peregrinaje macabro hasta el lugar en que murió Whitney Houston unas horas antes de participar de la fiesta que organiza anualmente su mentor, Clive Davis, como antesala de los Grammy. Cuentan en el hotel que tras retirar el cuarto de circulación durante un tiempo para remodelarlo por completo, ya se alquilala de nuevo. Y allí está la puerta cerrada, el número hecho de un material brillante que no sale en las fotos y el cartelito de no molestar, ominoso, colgando del...

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