A combatir la corrupción, con permiso de Gils Carbó

Hay una repartición del Estado en la que los empleados desplazados constituyen un problema literal. Son 95 y, si bien tienen entrenamiento en esquivar pilas de expedientes apoyadas en el piso, el hacinamiento que padecen empeora a medida que el papelerío los desplaza.

Es una perfecta teatralización de la burocracia legada por los últimos estertores de la era Gutenberg, acaso un relato criollo de Franz Kafka o, quién sabe, una adaptación del clásico "Casa tomada", de Cortázar. Ninguna alegoría, igual, supera a la cruda realidad: se trata de la Oficina Anticorrupción.

Con tamaño caos administrativo deberá lidiar Mirna Goransky, a quien Laura Alonso, titular de la OA, acaba de nombrar...

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