Club social, deportivo y musical

Los clubes también fueron y son el escenario para los festejos de cumpleaños. El autor de este manuscrito, con amigos y familia, enero 1988.

La voz aguardentosa de Adrián Otero , cantante de Memphis La Blusera , enumeraba una serie de adjetivos calificativos ("anfetamínico, esquizofrénico, paranoico…") y después, sobre una base que a mi me resonaba a los clásicos del soul que había conocido por la película T he Commitments ( Alan Parker , 1991), descargaba su ira en un punchline, acaso, inexplicable: "Angelito histriónico, por un precio módico, consiguió lo máximo, ¡Se hizo socio del club!".

La canción se llama "Chico Yeah Yeah" y desde mi mirada adolescente me parecía intrigante y muy gracioso que el carnet de un club sea la afrenta que dispare la animosidad del letrista y cantante. Ahora que lo pienso, también tiene su gracia que esa fuera una de las canciones que canturreábamos en el colectivo con mi amigo Pablo cuando íbamos a jugar al fútbol y a chapotear en la pileta de Obras Sanitarias. Los blues y el fútbol eran los temas recurrentes de aquellos viajes. Como ambos éramos (somos) hinchas y socios de Racing, hasta podríamos decir que, además de recurrente, la temática era redundante.

A principios de los 90, y durante un par de años, casi todas las tardes de verano nos juntábamos a las dos de la tarde con una barra de amigos (nos conocíamos desde el jardín de infantes, Il Mondo del Bambini ) en la puerta de la casa de Pablo y su hermano, Mariano. En el mismo edificio vivía Fernando, y a un par de cuadras, Maxi y Ezequiel. Al grupo se sumaba también otro Fernando (su apodo de aquél entonces era "Pigüi", cuando se lo nombré a mi viejo, pensó que era una referencia al clarinetista y saxofonista Pee Wee Russell, pero nada que ver), y otra pareja de hermanos, Diego y Pablo. Por hache o por b, alguien siempre se demoraba, así que la puerta de ese edificio en la calle Mansilla fue la escenografía de cientos de charlas que, acaso, no fueran más que una única conversación infinita.

Mi rutina, por esos años, incluía escuchar a Dolina a la medianoche. Y un día, en ese umbral, canturrée al pasar una canción que se...

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