El clima asfixiante y de opresión que logra el gran artista alemán

Se ha dicho muchas veces que la debilidad más evidente de Las amargas lágrimas de Petra von Kant tiene que ver con su origen teatral. Un razonamiento automático que puede rebatirse con facilidad viendo la película.

Filmada en una etapa brillante de la carrera del provocador cineasta alemán, centrada sobre todo en el retrato implacable de relaciones humanas que funcionan según las leyes de la economía de mercado (de ese período son también los films La ley del más fuerte y Solo quiero que me amen), la película presenta al amor como crudo instrumento de dominación y está teñida de una oscura misantropía.

Encarnada con mucha solvencia por Margit Carstensen –una de las actrices fetiche de Fassbinder– Petra von Kant, una prestigiosa, díscola y traumada diseñadora de moda, es la encargada de subrayarlo: es ella quien define fríamente a los seres humanos como “duros y brutales” y también quien señala que todos necesitamos de los demás, pero nunca sabemos cómo resolver el asunto de la convivencia. Quebrada, desencantada de un matrimonio que se hundió en el fracaso, resentida con un mundo al que considera superficial y miserable, esclaviza a su sirvienta (Irm Herrman, a la que, se dice, el propio Fassbinder trataba con notorio desprecio en cada rodaje) y se enamora perdidamente de una joven y ambiciosa aspirante a modelo (Hanna Schygulla) con la que tendrá una relación fatalmente tormentosa. Fassbinder consigue crear un clima opresivo y asfixiante con una puesta en escena diagramada con enorme precisión.

La película está dividida en cuatro...

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