Las claves para navegar la moda argentina

Hace cuarenta años, en medio del duelo por la muerte de su padre, Horacio Di Ricci se calzaba los zapatos del nuevo líder de la empresa familiar. Tenía solo veinte años y era marino por la conscripción militar. Su padre, Saverio Santos Di Ricci arrancó su propia producción de zapatos en 1970. Hijo de inmigrantes, había sido operario en una fábrica grande haciendo el desformado del calzado hasta que junto a un compañero, empezaron un pequeño taller en el garage de una casa en la avenida Álvarez Jonte y Ruiz de los Llanos, en el barrio porteño de Versalles.

Cuatro años después se separó de su socio y se mudó al partido de La Matanza, una ubicación que se presentaba como inaccesible para muchas de sus clientas habituales, y cuatro años después falleció. Su hijo tomó el control del negocio que alimentaba a su familia.

"De marinero a zapatero de un día para el otro", contó Horacio a LA NACION en su local en el barrio de Palermo Viejo. Cuarenta años remando contra distintas corrientes económicas de la Argentina para mantener su negocio a flote.

Hoy es una marca de calzado de alta gama, "una de las últimas que queda actualmente en el país", remarca Di Ricci, y habla acerca de la proliferación de materiales de bajo costo en calzado y moda. Cuentan con una fábrica y dos locales propios de venta al público, más una plataforma online. Sin embargo el gran canal de ventas de sus calzados se reparte en más de 100 multimarcas distribuidos en todo el país. Emplean alrededor de 45 personas, con una facturación que ronda los $50 millones anuales.

1 - Salir de paseo por todo el mundo

"Al principio, seguíamos trabajando con el mismo sistema de mi papá que hacía modelos a pedido, pero de esa forma el dueño de tu empresa era el cliente. No viajaba y no tenía información actualizada a la moda del mundo", contó Di Ricci. A finales de los años ochenta, comenzó a recorrer las capitales de la moda en busca de inspiración y tendencias: París, Milán, Roma, Florencia, Londres y Fráncfort. Traían catálogos y fotos, "si teníamos plata, también zapatos. Hubo épocas donde podíamos traer 100 pares y otras que no comprábamos ni uno", recordó el empresario. "Agarrábamos el auto para ir hasta Torino porque tenía el local de Sergio Rossi", contó con vigente admiración. Si bien sus colegas también viajaban, reconoció, cada uno compraba y veía con su propio ojo.

A medida que los negocios empezaron a convertirse en cadena viajaban solo a las más grandes ciudades.

2 - La calle...

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