La ciudadanía expresó su hartazgo

En la tarde de ayer y anoche quedó claro una cosa: buena parte de la ciudadanía no está dispuesta a que se rife la actual democracia a manos de manifestaciones y piquetes continuos que bajo la excusa de protestar por razones puntuales, en realidad buscan -lo explicitan con todas las letras en sus consignas- desestabilizar al gobierno actual hasta derrocarlo, si fuera posible. Como ninguna administración no peronista puede terminar su mandato desde 1928, creen que la estadística está de su lado y que esta vez será igual. Pero no.

La gente común, esta vez, se ha tomado más en serio y con gran lucidez esa tarea de defensa de la democracia que el periodismo, analistas políticos, dirigencias en general y hasta el propio Gobierno, que no creen que estemos atravesando aún ninguna situación límite que nos pueda llevar a un final precipitado.

Cuando la ciudadanía se moviliza masivamente por sus propios medios, sin punteros, sin micros, sin incentivos, sin capangas de ninguna especie, ni por mera disciplina gremial que los obligue a manifestarse, es porque siente genuinamente que las instituciones están en peligro. Así lo hizo durante el conflicto con el campo; algunos cacerolazos, cuando se radicalizó el cristinismo, y tras la violenta muerte del fiscal Alberto Nisman.

También ha sido una manera de hacer escuchar su voz ante el avance de sectores que fueron derrotados en las urnas y que buscan una suerte de "per saltum" democrático.

La paciencia llegó al límite con lo sucedido el último 24 de marzo. Al disparate de mantener el feriado de una fecha tan sombría como la llegada de una dictadura militar -no conmemora Alemania el comienzo del nazismo y Chile, con gran sentido común, derribó su feriado del 11 de septiembre, día en el que Augusto Pinochet efectuó su nefasto golpe-, se pasó la raya de lo tolerable en el aniversario reciente. Es que resultó más una nueva excusa para repudiar al actual gobierno elegido mayoritariamente en las urnas que al de facto de Jorge Rafael Videla, con el inquietante plus de reivindicar explícitamente el accionar armado de las salvajes guerrillas setentistas, primer acto sangriento de la peor barbarie desatada luego desde el Estado.

Al absurdo, entonces, de hacer feriado el comienzo de una dictadura y no su fin, lo que sería más lógico para celebrar la recuperación del estado de derecho y no su pérdida, se agrega la naturaleza radicalizada que adquirió la última vez. Ayer, con su presencia en la calle, la gente expresó...

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