La ciudad, sitiada por los operativos

Si ayer hubo alguien lo suficientemente aislado como para no enterarse de quién visitaba la Argentina, seguramente creyó que Buenos Aires era, una vez más, víctima de una ola de piquetes que generaba malestar por el caos de tránsito. Ése fue el clima que se sintió en las calles de media ciudad, cortadas no por manifestaciones, sino por el enorme operativo desplegado para proteger al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en su visita oficial. Abundaron las quejas, las discusiones y una infinidad de bocinazos, pero también hubo tiempo para elogios y, por qué no, para algunas bromas.

A la mañana, minutos después de que Obama llegó a la Casa Rosada para reunirse con el presidente Mauricio Macri, la Plaza de Mayo -separada de las calles por vallas- comenzó a llenarse de curiosos, en gran parte turistas. Bajo un sol de otoño que picaba, unas tres filas de personas se agolparon en las vallas para esperar a que el mandatario norteamericano saliera de la Casa de Gobierno camino a la Catedral.

"¡Ésa no es una buena señal!", bromeó, irónico, un turista estadounidense mientras señalaba las banderas de Estados Unidos colgadas de los postes de la plaza.

"Una visita como ésta es positiva. Macri necesita apoyo y esto le dará respaldo a nivel internacional", dijo a LA NACION María José, empleada de una conocida petrolera. Ella era una de las muchas personas que, como si se tratara de un partido de fútbol, escuchaban en sus celulares a la intérprete que traducía los dichos de Obama en la conferencia.

Brian, un artista oriundo de Chicago que aún no aprendió a decir ni una frase en castellano, colgaba sobre una de las vallas una pancarta enorme escrita en inglés y en español. "¡Pida disculpas por la complicidad de EE.UU. en el terrorismo de Estado!", decía el cartel. Curiosamente, el estadounidense era el único en los alrededores de la plaza que cuestionaba la visita de Obama en la misma semana en que se cumplen los 40 años del último golpe de Estado. "Parece calculado que Obama haya venido justo esta semana. Él no se va a disculpar, va a actuar como que le importa, pero no", dijo en diálogo con LA NACION.

A pesar del silencio que reinaba en la plaza -interrumpido sólo por los vitoreos de cuando Obama fue a la Catedral-, bastaba con alejarse unas cuadras en cualquier dirección para volver a quedar rodeado del tradicional ruido del microcentro. Ese mismo caos llegaba hasta Palermo, en los alrededores de la embajada norteamericana, donde estaba el otro...

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