Cintas porteñas

Según la tradición, el 25 de mayo de 1810, Domingo French y Antonio Beruti repartieron entre los vecinos cintas blancas y cintas rojas, simbolizando la unión del pueblo porteño y, también, su vocación de lucha. En 1832, Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires y "restaurador de las leyes", con peores modales, hizo obligatorio el uso de la divisa punzó, incluso entre los alumnos de las escuelas, para distinguir los "buenos federales" de los "salvajes unitarios".

Más recientemente, los porteños adoptaron de nuevo las cintas rojas, pero con una finalidad ajena a la cosa pública y mucho más ruin y mezquina: tapar las chapas patentes de autos y motos para evitar las multas.

Hacía tiempo que esa picardía se veía por la calle. Pero, al difundirse las fotomultas e incrementado las sanciones, el incentivo para ocultar la identidad de los vehículos creció en forma exponencial. Dos años atrás, la Legislatura porteña sancionó una ley que triplica la multa por esa falta contravencional, pero los agentes de tránsito no parecen alcanzar. De modo que el ocultamiento sigue proliferando, a menos que vecinos lo denuncien enviando fotografías mediante la aplicación creada por el gobierno de la ciudad.

Hay coleccionistas de fotos curiosas que publican las variantes que la inventiva popular utiliza para salvarse de las cámaras: las clásicas cintas rojas, las brillantes calcomanías, los banderines argentinos o trapos colgando del baúl, los "pegotes" de barro, las cintas adhesivas sobre las letras, las falsas bochas de remolque, las abolladuras intencionales, los tornillos que simulan legalidad?, hasta ramitas y flores secas, como formas poéticas de burda chapucería.

Hasta allí, parecen divertidas demostraciones de creatividad para zafar del ojo fiscal con herramientas rudimentarias, casi inocuas, dentro de lo permitido por la moral colectiva. Pero, tan pronto se profundiza un poco más, el tema tiene ribetes preocupantes. Quien coloca las cintas rojas o sus múltiples sucedáneos no sólo quiere evitar un costo monetario, sino también tener carta blanca para violar las leyes de tránsito sin sanción, con un privilegio distinto al resto de los conductores. Al comienzo, era una práctica común en vehículos destartalados que proclamaban a los cuatro vientos su incapacidad para circular conforme a las normas. Pero ahora quienes lucen las nuevas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR