El adiós a Cidade do Galo, el lugar donde se forjó el sueño finalista

BELO HORIZONTE.– Un hombre subido a una escalera se la ingeniaba para colgar los carteles que decoran la hilera de balcones del edificio que da la bienvenida a Cidade do Galo. "Viajan 23, empujan 40 millones. Hasta la final", decía uno de los mensajes, escoltado por dos soles risueños y el celeste y el blanco como colores dominantes. Hoy, 32 días después, el cartel sigue allí, intacto, apenas con una pátina de tierra, aunque con un simbolismo único.Para algunos, la estada se habrá pasado en un parpadeo. Para otros, transcurrió una eternidad. Sobre el kilómetro 21 de la Rodovía MG 424, enclavado en un morro y alejado del ruido urbano, el seleccionado argentino se enclaustró durante un mes con una única meta: llegar a la final. Y lo logró, como si la leyenda del cartel hubiera sido un presagio.Considerado uno de los mejores centros deportivos de Brasil, Cidade do Galo, el predio de 10 hectáreas del Atlético Mineiro, se convirtió en la fortaleza del seleccionado durante su aventura mundialista.Al filo del cierre de la Copa, dormirán hoy allí por última vez los 23 jugadores y los más de 50 colaboradores que componen la delegación nacional, entre cuerpo técnico, dirigentes, sparrings y utileros. Para algunos, será como irse de su propia casa. La secuencia de recuerdos es infinita: entrenamientos, concentraciones, partidas de truco, asados, visitas familiares y hasta un show musical animado por el grupo Los Totoras y la Princesita Karina, novia del Kun Agüero.A diferencia de otros equipos, la Argentina jamás tuvo un día entero sin obligaciones ni ensayos. No pisó la playa ni el casco urbano de Belo Horizonte. A lo sumo la recreación fue de media jornada, con familiares y amigos, pero siempre en el morro de Cidade do Galo. No hubo salidas fugaces a un shopping, como en Sudáfrica 2010, ni paseos turísticos como en Alemania 2006.Tan cómodo se lo notó allí al plantel que quizá salir del enclaustro no hacía falta. En una atmósfera en la que gobierna la buena vibra y el sentido de pertenencia, el equipo se encerró en el predio, con el Mundial en la mente, casi como una obsesión."Es el lugar ideal, por la ubicación, las comodidades y la luminosidad. Los jugadores van de la habitación al entrenamiento, se sienten tan cómodos como en el predio de Ezeiza. Concentrar en un hotel, encerrado, con la gente agolpada en la puerta se siente más la presión y no es lo mismo. Acá se nota que están focalizados en un objetivo como no vi en otros grupos", dice a La Nacion Carlos...

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