Un ciclo de excelencia al que sólo le falta la consagración

No hay registros de emociones. No hay datos precisos: son lugares, postales, imágenes que se conservan en el tiempo, que evocan epopeyas, leyendas, vueltas olímpicas. La selección suele crear ese viaje de fantasía en el que todos fuimos mejores. Ocurre con el '86, con el '90 y hasta con el '91: el paso del tiempo sin gloria los convierte cada día en más grandes, hasta los subterráneos se transforman en héroes. El seleccionado, desde el 4 de julio de 1993, con un triunfo por 2 a 1 contra México en Guayaquil -un equipo discreto, pero irresistiblemente ganador-, que no consigue despertar ese aura, ese sentimiento. No gana. Son 23 años de frustraciones, de querer y no poder, de tener la varita mágica hasta la última función. Cuando debe brillar, entrar de pie en la historia grande, queda en la antesala. Llega, lo que no es poco. Tampoco mucho: la historia argentina es gigante como para conformarse con haber llegado. Hay que dar ese último paso: destrozar el maleficio de una vez y para siempre. Es aquí, es ahora.

Volver a emocionarse, sí. Pero con una victoria grande, en el sprint final. El 13 de julio de 2014, en el Maracaná, la Argentina estuvo tan cerca. Alemania, un mejor equipo en una peor final, arrebató el sueño inolvidable en la casa del fútbol. El 4 de julio de 2015, en el estadio Nacional, la Argentina estuvo tan cerca. Chile, un peor equipo en una mejor final, destrozó la lógica mucho antes de los doce pasos. Este grupo de jugadores, el mejor del mundo, y los cracks en destinos diversos, merecen reencontrarse con la gloria con la camiseta que queremos todos. La tercera es la vencida: no es, no se trata, de una frase de bajo fondo. La magnífica reseña (tres campeonatos, tres finales), debe sellarse con ese viejo canto de sirenas. La emoción incomparable de la victoria. A esta altura, ya da lo mismo: el estilo puede quedar a un costado, el debate puede descansar en los manuales. Este plantel tiene clase, talento y personalidad para acabar con el maleficio. Para ganar.

"Tenemos la ilusión de poder conseguir el título. En los últimos tiempos, esta selección ha competido muy bien, pero no hemos podido lograr ningún campeonato. Aspiramos a eso", reflexiona Javier Mascherano, el capitán sin cinta, el campeón sin corona. El abanderado, detrás del genio...

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