Chino Laborde: 'Los tangos clásicos son goles hechos, pero me encanta cantarlos'

El último martes fue su cumpleaños, pero dice que hace mucho tiempo que no lo festeja. Motivos de celebración no le faltan, porque hoy estrenará su orquesta típica en el Festival y Mundial Tango Buenos Aires (a las 20, en el Teatro 25 de Mayo, Triunvirato 4444). ¿Será que tiene muchas fiestas en su haber? Para empezar, las que animaba cuando era un veinteañero -al ritmo de temas del Puma Rodríguez y Chayanne- y todavía ni asomaba el cantor de orquestas/ frontman tanguero en el que se convirtió después. Así comienza la charla con Walter "Chino" Laborde, mientras pide un café en el famoso bar de los banderines de fútbol del barrio del Abasto.

"Tenía 22 años cuando comencé en fiestas. Lo mejor que me podía pasar era que me tocara cantar rock nacional. Igualmente, yo tenía mi banda. Pero al año y pico me agarró un vacío. Me di cuenta de que tenía que cantar tango porque esa era mi voz primaria. A los 24 fui a la Casa del Tango y una cosa trajo a la otra", dice Laborde, que desde entonces se dedicó a cantar y a actuar -excepto por algún estudio mínimo y eventual-de manera intuitiva. Hacia fines de los noventa empezó con la orquesta típica Sans Souci, que es un viaje al pasado, y con la Fernández Fierro (para esos años se llamaba Fernández Branca) con toda la fuerza juvenil que traía. "Dos mundos distintos. La Sans Souci es la recreación exacta de los años cuarenta, sin nada nuevo, pero con todo el laburo que significa tocar esa música, un estilo de salón muy delicado. Con la Fierro comenzamos haciendo el estilo Pugliese, pero en temas que la orquesta de Pugliese no tocaba. Y luego música nueva, durante nueve temporadas, hasta hace un año y medio que dejé de cantar con la orquesta. Me gusta hacer música nueva, aunque también pienso que no hay que olvidarnos de dónde venimos. Los tangos clásicos son goles hechos, pero me encanta cantarlos.

-¿Hace un año y medio volviste a barajar?

-Con la Fierro pasaron dos cosas. Si es difícil ponerse de acuerdo entre tres personas, imaginate lo que puede pasar cuando hay quince monos, contando músicos y técnicos de luces y sonido. Además, tuve un problema dentro del Club [el CAFF, sede de la orquesta] que no me gustó cómo se lo resolvió; para mí fue de una manera muy mezquina. Creo que yo había entregado muchas cosas como para que me hicieran pagar el error en dinero. Una cosa es tener que pedir perdón, otra es que cuando no hay un mango, te toquen el bolsillo. Las mezquindades me echaron. Me sentí expulsado...

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