Julio Chávez: 'Es tan hermosa la profesión que tengo, que encuentro ahí un remanso'

Se esmera en ser un buen anfitrión, cortés y ligeramente cálido, apenas abre la puerta de calle. La mano es firme en el saludo, recia; invita a subir al primer piso de un hermoso departamento cercano a plaza Serrano y sirve café. El ambiente ha sido decorado con esmero durante años: lejos de los excesos del interiorismo, está diseñado con muy buen gusto. Son blancas las paredes, con una serie de bibliotecas en las que pueden reconocerse los placeres personales de Julio. La discoteca va desde el Otello, de Verdi, hasta Calle 13, y desde la música sacra de Oriente hasta Adele, una selección rigurosa en su diversidad que pierde sustento cuando asoma José Feliciano, un pecado de juventud. Hay muchos libros, en su mayoría volúmenes muy pesados consagrados a pintores ilustres (Van Gogh, Picasso, Velázquez, Rothko); está la extraordinaria biografía de Lorca firmada por Ian Gibson, una lujosa edición del fotógrafo Richard Avedon y un ejemplar de colección que reúne a Hitchcock con Truffaut; hay una buena cantidad de películas guardadas por autor, con notables aportes de Luchino Visconti y Pedro Almodóvar. Sobre el ventanal que en verano se abre a la calle Borges, en la continuación de Serrano, una pantalla en la que ve cine.En un ambiente pequeño, a la derecha de la sala de estar, el estudio de pintura, dominado por una serie de esculturas en madera. Acá y allá, algunos muebles diminutos, preciosas miniaturas desencajadas que evocan al padre de Julio, un carpintero alemán de origen judío que dejó tierra, lengua y acaso sueños en la devastada Europa para desembarcar en Buenos Aires; junto a él, una muchacha de ascendencia egipcia. "El cuadro que está sobre la escalera de recepción también es mío", dice. Tiene voz de actor, sabe concederles peso a las palabras, abre silencios o los cierra con una carcajada, según convenga. Está orgulloso de su oficio. Cómo no estarlo: Un oso rojo, en cine; La cabra, en teatro, o El puntero, en televisión (trabajo por el que obtuvo un Martín Fierro la temporada pasada) lo han venido afirmando como un actor inmenso. Ahora mismo su desempeño en Farsantes lo ha puesto una vez más en boca de todos y lo ha confirmado como uno de los grandes actores de su generación. Lo dicen sus pares en esa hoguera de vanidades que es el mundo del teatro; muchos de ellos se han beneficiado con sus dotes como maestro de actores.Éste es el hogar de un hombre que rehúye de los encuentros sociales. Es éste su escenario, su refugio. Esto es lo que se ve, lo que él nos deja ver, resguardado en el pudor o en la distancia que sabe imponer con los demás. Sin embargo...

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