La cetrería y los sueños

Vocacional, pero inevitable

Habrán oído este precepto tantas veces que hasta parece verdadero. "Debes perseguir tus sueños", dice. El verbo perseguir está usado aquí de manera figurada. No menos que el sustantivo sueños . O sea que ya arrancamos mal. Por si a alguien le sirve, esto es lo que he aprendido durante el último medio siglo sobre el arte de la cetrería, los sueños y los convites inapelables.

Sueños significa aquí alguna clase de deseo. Pero no es lo mismo un deseo que una vocación; lo vio bien Rainer Maria Rilke, en Cartas a un joven poeta . Y lo de perseguir da la impresión de que un deseo o una vocación nos rehúyen. Sabemos que es más bien al revés. Muy extraño todo.

Determinemos primero en qué se diferencia un deseo -una inclinación, un anhelo- de una vocación. Vocare en latín significa llamar. Vocatio es una invitación, un convite. Ya me conocen, no soy un fundamentalista de la etimología, pero de ahí viene nuestra confusa, trillada y acomodaticia palabra vocación . Muy linda, pero seguimos con el lenguaje figurado. Además, tal como la entendemos hoy, una vocación no tiene nada de convite. Llamado funcionaría un poco mejor, pero solo si aclaramos que es un llamado que no podemos desoír. Se la siente inevitable, más como una condena que como una afición. Una condena dichosa, en muchos casos (me incluyo), pero condena al fin. No pocos la perciben como un castigo.

Muchas personas se sentirían menos frustradas y disfrutarían más de sus vidas, si entendieran que el que viene a este mundo con una vocación no tiene opciones. No está bien ni mal. Es así. Es como es. Nadie puede escapar de una vocación. Música, matemática, poesía, religión o código, da lo mismo; lo advertimos de pequeños, y adiós, no hay nada que podamos hacer. Es ineludible, como un páthos , de donde viene la palabra pasión, y también patología.

Es probable que, con la mejor de las intenciones, intenten disuadirnos, si nuestro páthos no parece tener una salida laboral suntuosa. Haremos oídos sordos. Esgrimirán el fantasma de la indigencia o la condena social. Nos importará un rábano. Una vocación, como la familia o como la fe, nos otorga sentido. ¿Quién puede renunciar a eso?

Lo sé por experiencia. Me pronosticaron todos los males del repertorio, y aún así seguí adelante. La razón es simple: no lo pude evitar.

El que te guste mucho hacer algo no significa que tengas una vocación. La diferencia puede...

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