Un centro que lucha por la inclusión en La Cava

A las 10, Edith Irahola llega a General Alvarado 1355, a metros del acceso a La Cava, en San Isidro, y empieza a repartir besos: primero, al grupo de chicos que se entretiene con juegos de encastre; después, a las madres que cargan sus bebes y conversan mientras esperan que sea la hora para que comience el taller de nutrición; luego a Mateo, uno de los adultos mayores que fue a desayunar; y, finalmente, a los voluntarios.

Edith tiene 42 años y es una de las fundadoras de la asociación civil Amigos de Casa de Galilea, un centro de desarrollo humano y fortalecimiento familiar que acompaña, desde una mirada integral, a chicos, jóvenes y adultos de La Cava, donde viven unas 13.000 personas que no tienen, en muchos casos, acceso a los servicios básicos.

"Casa de Galilea es un lugar de llegada, de referencia, el hogar que cada uno sueña: donde las personas se sienten protegidas, queridas y reconocidas", resume Irahola.

Ella nació y vive en el barrio. Sus padres llegaron de Bolivia a principios de la década del 60. "Siendo muy jóvenes, vinieron en busca de trabajo y se instalaron en la parte de la villa conocida como La Quinta", cuenta. Desde muy chica, con su hermano mayor, comenzó a participar de las actividades de la parroquia Nuestra Señora de La Cava; y, algunos años después, se sumó como catequista. "Me orientaba hacia los chicos que estaban en una situación de mayor vulnerabilidad: andaban solos por el barrio, sin sus mamás. Buscaba que ese rato en el que estábamos juntos, fuera un espacio de encuentro y juego, donde se pusieran en práctica los valores cristianos desde lo cotidiano".

Cuando terminó el secundario, empezó en la Universidad de Buenos Aires la carrera de asistente social. "El trabajo con los nenes y sus familias me había despertado esa vocación", cuenta. Tanto en la catequesis como en el comedor parroquial que coordinaba, comenzó a notar que muchos de los chicos no iban a la escuela y pasaban el día entero en los pasillos de la villa. Ante esa realidad, en plena crisis de 2001 y junto con un voluntario de Cáritas, Alejo Fernández Mouján, y el sacerdote Aníbal Filippini, decidió poner en marcha un proyecto que fuese una "opción superadora al asistencialismo".

Sumaron a personas que habían nacido o crecido en La Cava, como maestros y operadores barriales, y comenzaron con el primer programa educativo. "Juntamos a 19 chicos en una situación de gran...

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