La centralidad del trabajo

AutorLilian Legnazzi
CargoProfesora de Historia (Diploma de Honor, USAL); Diploma en Estudios Políticos Superiores, (UCA)

Planteo de la situación

La cuestión social en el siglo XXI aparece ramificada en varias cuestiones, la pobreza, la exclusión, el desempleo, la desigualdad social, la polarización creciente de las sociedades, y parecen ubicarse todas en un mismo nivel. Cuestión social entendida en los términos que plantea Robert Castel, como desafío a la capacidad de una sociedad o nación para existir como conjunto vinculado por relaciones de interdependencia.2 La carencia de esta capacidad conlleva en forma inevitable el conflicto. Surgida en plena Revolución Industrial ocupó un lugar propio entre la organización política y el sistema económico pugnando por regulaciones que no dependieran del mercado

El objetivo de este trabajo es insistir en la centralidad del trabajo entendida como la gran cuestión social presente y futura, ya que, en gran medida la eliminación de puestos de trabajo es la causante de las otras cuestiones mencionadas.

Un marco económico mundial rentista que privilegia las finanzas, sumado al fundamentalismo del mercado que desarticula la producción, la deslocaliza, fragmenta, termina creando una nueva forma de organización social que a su vez tiene efectos en la política.

Para Marcelo Gullo3 en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial la social democracia, que representa los intereses de la burguesía europea, suscribió los pactos con la clase obrera ante el temor de revueltas socialistas alentadas por la URSS. EE UU compartió esa preocupación e impulsó el Plan Marshall para resucitar el aparato industrial dañado por la contienda. Con la caída del Muro de Berlín (9/X/1989) y el derrumbe del socialismo el peligro ha pasado y las burguesías han roto su acuerdo con los asalariados para someterse a las empresas trasnacionales. Cabría preguntarse ante este análisis simplista si a las burguesías les quedaba otro camino dado el enorme poder del capital financiero que respalda a esas empresas y que adquirió a partir de la globalización. La situación presente es el resultado de varios procesos y tendencias cuyo peso relativo se potencia al sumarse, entre ellos se seleccionan cuatro:

-la relación entre el ritmo de automatización de tareas y el crecimiento de empleo resulta indirectamente proporcional. Alemania, Corea del Sur y Japón son los países que llevan la delantera en la relación robots/humanos. No resulta casual pues que Alemania tenga el doble de densidad en esta relación con respecto a Estados Unidos y esta sería la razón de porqué el mercado de celulares se mudó de este último país a China. Además de la competitividad se sostiene que la automatización permite sostener pensiones y sistemas de salud de primer nivel como en Alemania y Suecia.4 Hay empresas y servicios que se montan empleando mano de obra autómata intensiva para sus procesos específicos y destinan la mano de obra humana a la innovación tecnológica por parte de una élite reducida, y a tareas administrativas, de mantenimiento, etc. al resto. Google por ejemplo creada en 1998 y con sede en Mountain View -Estados Unidos- y oficinas en todo el mundo, responde a este modelo.

Lo cierto es que la automatización reemplaza al esfuerzo muscular y el desgaste de las tareas repetitivas pero a costa de generar altas tasas de desempleo, para peor destruye los puestos de trabajo de menor paga y que requieren menos capacitación.

Puede suponerse que éste es un riesgo para los países más desarrollados pero la tendencia crece también en los BRICs, entre los que se ubica nuestro vecino Brasil. En Argentina no existen estadísticas de cuantos robots están trabajando en la industria.

- con los cambios profundos en la longevidad y la demografía habrá que pensar qué hacer con tanta gente, con tanto tiempo disponible, cual será la extensión de la vida útil, la edad para jubilarse.

-la desigualdad social. Hoy la sociedad de consumo impone relaciones sociales de nuevo tipo encarnada en los consumidores exclusivos y los excluidos.5 Además, la construcción del orden social está atravesada por discursos y factores con frecuencia contradictorios, entre medios de comunicación e instituciones globales y nacionales6. Si antes la economía dividía la sociedad entre los que estaban vinculados al sector dinámico o al de supervivencia, se presencia en la actualidad la aparición de otros actores: los nuevos burgueses que se sitúan en el entramado de la corporación trasnacional o los ni-ni que resultan inempleables o bien directamente se niegan a trabajar.

En nuestro país la desigualdad social “no se veía” porque estaba oculta tras el velo de un imaginario hegemónico, pero que a partir de los hechos del 19/20 de diciembre de 2001 entró en crisis y se pudo advertir hasta qué punto la construcción de poder político, económico y cultural produce un orden social profundamente desigual, fragmentación de las clases medias y debilitamiento de espacios sociales. En este panorama los desempleados estaban en la peor situación, directamente no existían socialmente, de ahí que necesitaran ser visualizados por el resto de la sociedad a través de la ocupación de rutas, piquetes, marchas, inaugurando un repertorio de formas de protesta en abierta violación a derechos ajenos y leyes.

-el debilitamiento del estado de derecho como consecuencia del debilitamiento del Estado. Implica en primea instancia un debilitamiento del sistema político, de la legitimación de la representación, de los partidos, etc.

A pesar del cambio de dirección histórica y política de los gobiernos que se impuso a partir del 2003 en Argentina, la hegemonía del mercado resulta difícil de quebrar. Con distinto discurso y mayor intervención del Estado, la sociedad mercantilizada no cede, se extiende.

En materia legislativa dos cuestiones reducen la eficacia de la legislación, la primera se da porque la norma cristaliza un momento en medio de procesos de cambio acelerados, y en segundo lugar, debido a que en amplios sectores de la población existe un elemento cultural inhibidor que produce que se internalice lentamente la condición de persona portadora de derechos, además los trámites burocráticos desaniman por su complejidad, costos y lentitud.

Las normas laborales no son por sí solas generadoras de empleo sino que dependen de la actividad económica, así en nuestro país hemos tenido etapas de desregulación laboral con alto desempleo – durante el menemismo- y de regulación laboral con desempleo menor en el kirchnerismo.

La incertidumbre en el ámbito económico, las crisis, motivan que los jueces deban actuar según normas generadas antes de que determinadas realidades estuvieran en la imaginación del legislador, a lo que se suma un sistema de desorganización del derecho del trabajo tanto en su interpretación como en su aplicación que lleva a Ricardo Foglia a afirmar que es imperioso diseñar una política de Estado en materia de relaciones del trabajo. 7

Este proceso, que es mundial, arranca a fines de la década de 1960, hasta ese momento se logró sostener la matriz básica de una sociedad salarial. En lo político porque el Estado en su modelo de Bienestar se constituyó en garante de las regulaciones colectivas del trabajo y de la protección social a punto tal que permitió “hablar de una ciudadanía social simétrica a la ciudadanía política”.8 Además y partir de John Maynard Keynes la economía le asignó también al Estado las políticas de reactivación económica y generación de consumidores, así al generar un espacio propio, lo “social” impregnó también a la política y la economía.

Esta sociedad salarial además de proveer de empleo procuraba garantías mínimas contra los riesgos de la existencia e incluso...

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