Cenizas de ayer, semillas de futuro

Hace unos años, meditando sobre México, Héctor Aguilar Camín tituló un ensayo "La ceniza y la semilla", inspirándose en un párrafo de las Confesiones de un hijo del siglo, de Alfredo de Musset: "En ese tiempo, tres elementos se repartían la vida al alcance de los hombres jóvenes: a sus espaldas un pasado destruido para siempre, pero agitándose todavía sobre sus despojos, con todos los fósiles de los siglos del absolutismo; frente a sus ojos, la aurora de un larguísimo horizonte, los primeros celajes del porvenir, y entre esos dos mundos? algo semejante al océano que separa al Viejo Mundo de la joven América, algo informe, vacilante? En pocas palabras, el siglo presente, que separa el pasado del futuro, que no es ni éste ni aquel aun pareciéndose a los dos, y en el cual uno no sabe, al caminar, si va pisando semillas o cenizas".Guardando las distancias debidas, sensación parecida nos da esta América latina nuestra, que recibe las bendiciones de un nuevo mundo de globalidad y tecnología, pero que -como las cosechas en sus viejas riquezas primarias- parece querer retornar a tiempos que ya quedaron definitivamente atrás.Nuevo tiempo. Satisfechos por nuestra prosperidad, que nos vino de afuera, miramos lo inmediato. Olvidamos que Ortega nos decía que sólo "la perspectiva organiza la realidad, que la perspectiva es parte de la realidad". Miramos con desdén a la vieja Europa, luego de admirarla el último medio siglo por haber construido una comunidad continental y -sobre los escombros de las guerras- edificar un Estado social paradigmático. Ahora está en crisis. Vivió por encima de sus posibilidades y le llegan las facturas de la fiesta. No advertimos que nuestra paz política no es sólo sabiduría propia, sino un contexto internacional que nos liberó de la lógica perversa de revolución-golpe de Estado, KGB y CIA, mientras el nuevo actor mundial, China, inesperadamente cambiaba la naturaleza de la demanda comprando alimentos y materias primas en medio de la sociedad tecnológica. Esta vez el mundo nos regaló pan y paz. Nunca había ocurrido así. ¿Pero estamos entendiendo lo que ocurre y echando raíces sólidas en el nuevo tiempo?¿Qué democracia? Votamos en todos lados, pero nuestro sistema es más frágil de lo que parece. Se desvaneció el militarismo de la Guerra Fría que venía del Norte; ahora acechan nuestros propios fantasmas. La prosperidad afianza gobiernos, instala el reeleccionismo y excita la tentación populista, sólo posible cuando hay dinero. Se ganan...

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