Celebridades, cuentas falsas y la magia del OK

Habrán notado que existe entre las celebridades una suerte de ley no escrita, tal vez un atavismo inconsciente, que las lleva a poner "OK" al final de sus nombres de usuario en las redes sociales, toda vez que su username ha sido tomado por otro individuo. Otro individuo, se entiende, que o bien no es una celebridad o bien lo es menos que la primera.

No es raro que a los famosos les ocurran tales usurpaciones. En algunos casos, el deseo por ver a sus objetos de admiración en las redes sociales es tan grande, y la pereza de ciertas celebridades por subirse a dichas redes es tanta, que algunos fans febriles terminan por crearles un perfil apócrifo. Si no pueden tener el original, bueno, contarán con una copia. Tal parece que también hay falsificación de marcas en este rubro.

Pero son un tributo, también, que, según me han explicado –mi ignorancia en cuestiones de fama es notoria–, publica, tuitea y se comporta como si fuera la celebridad a la que honran. Elvis vive, en otras palabras.

Ocurre asimismo que ser famosos no los exime (a los famosos) de tener nombres normales, comunes, del montón. No todos gozan de la fortuna genealógica de que los bauticen Rihanna o Beyoncé (sí, en ambos casos son sus nombres verdaderos), ni todos tienen la precoz creatividad para rebautizarse Ringo Starr, en lugar de persistir con el mucho menos pegadizo Richard Starkey. De modo que la celebridad que arriba a las redes sociales con la cosecha tardía se encuentra con que ya hay otro FulanoDeTal que se ha puesto FulanoDeTal con justo derecho.

Decide entonces ponerse FulanoDeTalOK. Y como es, efectivamente, alguien famoso, todos damos por sentado que está OK, que es el legítimo, el único, el verdadero.

Sin embargo, y han de excusarme esta presuntuosa derivación, la maniobra entraña un laberinto lógico y filosófico de consecuencias que sus mentores, estoy seguro, no sospechan. Es decir, si mi fanatismo fuera lo bastante exacerbado, podría anticiparme y crear una cuenta apócrifa directamente con el OK al final, de modo que todos dieran por seguro que es la auténtica. Siempre, se entiende, con las mejores intenciones.

La verdadera celebrity se encontraría, pues, como el personaje de un thriller psicológico, creando una cuenta legítima en la que nadie creería. Y cuanto más insistiera, menos se le daría crédito. Obvio, la verdadera es la que lleva el OK al final, todos sabemos eso.

Un fan todavía más maquiavélico crearía no sólo la cuenta con el dichoso OK al final, sino...

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