La causa sólo ahonda el misterio sobre cómo murió el fiscal Nisman

La puerta del baño estaba cerrada y asomaba por debajo un haz de luz. "Abrí vos", le dijo Sara Garfunkel, la madre de , a Armando Niz, el custodio. Él hizo fuerza y asomó la cabeza: "Está ahí".

Había sangre en todos lados. El piso, la alfombra, la bañadera, la mesada. Tirado, la cabeza contra la puerta, el fiscal, con una remera que una vez fue blanca y bermudas negras, empuñaba todavía la pistola calibre 22. Pero entonces Garfunkel no lo sabía. Retrocedió, se sentó en la cama y llamó a Swiss Medical. Armando esperó con ella, parado a su lado.

"El médico se acercó hasta la puerta y miró, y sale y dice hay un revólver y se fue", declaró la madre del fiscal. De ahí en más, el departamento fue un desfile de gente. Prefectos, la tía Lidia, Sergio Berni, el juez, el secretario, la fiscal, la Policía Científica.

Pero cuando el cerrajero abrió la puerta de servicio y Garfunkel y Niz entraron, el departamento estaba vacío y a oscuras, sólo iluminado por el reflejo intermitente de la pantalla del televisor de la habitación de Nisman y la señal de hibernación de la computadora del cuarto de las niñas, donde él solía trabajar. Todo estaba ordenado. "Absoluto silencio salvo el murmullo de los que entraron", contó el cerrajero, que no pisó el departamento. Gladys Gallardo, la empleada doméstica, está convencida de que Nisman debió haberle abierto a alguien. Él siempre ponía la traba. Frente a esa puerta, el split de la cocina encendido. Del otro lado, una ventanita abierta. "Me asomé pero daba al vacío", contó Lidia Garfunkel.

y cada nueva revelación acrecienta más el misterio.

Para colmo, a pesar de que Nisman tenía diez custodios asignados a su protección, el Ministerio de Seguridad reconoció que demoraron doce horas en averiguar lo que estaba pasando en el departamento y denunció a sus policías.

El domingo de la muerte del fiscal, Niz y Luis Miño habían llegado a las 11 al edificio de Puerto Madero, tal como se los había pedido Nisman. Según el ministerio, esperaron en la cochera de cortesía y una hora y media después lo llamaron. No atendía. Pensaron que dormía. Sabían que había estado trabajando en su presentación del lunes ante el Congreso. Dos horas más tarde, subieron y tocaron el timbre de la puerta de servicio. Sospecharon cuando vieron los diarios afuera.

Bajaron al lobby y Miño llamó a una de las secretarias del fiscal, Felicitas. Ya eran más de las 14. Ella también probó contactar al jefe por teléfono, fracasó y llamó entonces a Soledad...

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