El castigo de la riqueza

Nadie como un padre para velar por el futuro del hijo, y pocos mejores que Franco Macri si se trata de consejos sobre poder y dinero. Pero sus temores son exagerados.

En todo el mundo -excepto en el atípico Uruguay del aún más atípico José Mujica-, los presidentes tienden a ser adinerados o lisa y llanamente ricos. En la Argentina, últimamente suelen asumir muy adinerados e irse multimillonarios. Nuestra Presidencia no los quiere pobretones ni con holguras moderadas -así les fue a Illia, Alfonsín y De la Rúa-, sino peronistas y con plata, valga la redundancia. Quizá después deberán enfrentar los "muchos problemas" que menciona Franco Macri, pero esos problemas, en principio, no obedecen tanto a la Presidencia, como cree él, sino a la riqueza y a la vertiginosa química que nace del contacto de la plata con el sillón de Rivadavia.

Se puede equiparar a Carlos Menem con un rico hombre de campo o un rico industrial, pero de no haber ejercido la Presidencia no deambularía hoy por los fríos pasillos y salas de audiencias de Comodoro Py. En cuanto a Cristina Kirchner, la industria hotelera, uno de los rubros de los Kirchner, se le ha vuelto ingrata. Al turismo siempre advenedizo se le suma el flagelo de los clientes que contratan y pagan habitaciones a granel y luego no las ocupan. Al...

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