Carta Abierta, fané y descangallada

En medio de la bruma, el intelectual puede, y debe, ser el faro, cuya luz providencial nos evite chocar contra el primer peñasco. Pero eso, por ahora, no será posible por estas latitudes. "Nos sentimos navegando en una tormenta con dificultades inmensas", acaba de revelarnos la Carta Abierta N° 17 firmada por el grupo de pensadores que revistan en la asociación del mismo nombre. Esperemos que el próximo mensaje no sea como el S.O.S. enviado desde el Titanic cuando un iceberg lo abrió con la facilidad de un abrelatas.El último documento no difiere del estilo característico de frases largas e ideas cortas utilizado en anteriores piezas, aunque, en este caso, lo único novedoso es lo que más alarma: un persistente pesimismo que campea a lo largo del interminable manifiesto. El conflicto de intereses de tener entre sus miembros a un par de conspicuos funcionarios eleva al paroxismo épico sus alabanzas y minimiza las críticas. Sólo reconocen, pretendiendo cubrirse de ese reclamo, que hay "no pocos aspectos deficientes y reprobables". Pero sigue de largo sin explayarse al respecto.Ya sería hora de que los miembros de este "colectivo", que transita los últimos tramos de su recorrido por la "década ganada", se preguntaran a conciencia y honestamente cuál ha sido su aporte concreto a la comunidad desde su nacimiento en medio de los fragores del conflicto con el campo, en 2008, con pocas semanas de diferencia del parto de su primo hermano 6,7,8, adonde los miembros de la agrupación suelen concurrir gustosos.Cuando se revisa en profundidad el historial de Carta Abierta, lo que sobresale, y se comprueba con la simple lectura de todas sus homilías laicas, es un seguidismo pasivo y acrítico del oficialismo nacional. En vez de ser revulsivos y cuestionadores hacia quienes detentan el máximo poder político de la república, prefieren encoger al triste rol de meros propagandistas, cuyas poleas de transmisión, en este caso, para peor, se engranan en un espeso fango semántico.Se supone que un intelectual debe ser un agnóstico que no cree religiosamente y a rajatabla en nada que no pueda someter a una exhaustiva razonabilidad. Aun así, por su formación intentará igual cuestionar ese orden en busca de per saltum creativos que permitan descubrir instancias superadoras."Hoy -opina el "historiador de las ideas" Enzo Traverso, entrevistado por la revista Noticias- es posible ver a intelectuales que toman responsabilidades en los gobiernos y que muchas veces actúan como...

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