Carril propio en el Metrobus

Imprudencia e impunidad suelen ser la mejores aliadas para las tragedias viales. La insensatez de los conductores y la falta de controles de tránsito se convirtieron en una peligrosa combinación en las calles porteñas.El miércoles pasado a las 10, cuando crecía el tránsito hacia la zona céntrica, la masa de vehículos se movía, obviamente, en forma lenta por los dos carriles de la avenida Juan B. Justo, entre las calles Aguirre y Loyola. Mientras el ocasional conductor mastica paciencia y mira el reloj, a todos los que estaban casi detenidos por el embotellamiento les llamó la atención lo mismo: detrás de un colectivo doble de la línea 34 –que circulaba raudamente por el carril del Metrobus– iba con una escolta pegada a su parte trasera: una camioneta Ford gris, carrozada, que no representaba a ningún servicio de emergencia o de alguna fuerza de seguridad.La conducía un hombre joven que hasta parecía contento por su maniobra audaz y riesgosa, pues si llegaba a embestir a alguno de los colectivos que a esa hora iban repletos de pasajeros, la cuestión se iban poner muy fea. Sólo se pudo advertir las letras CET de la patente alfanúmerica. Eso sí en el trayecto desde Flores hasta Palermo, por la citada avenida, ese día y a esa hora, no se veía policía (sea Federal o Metropolitana) o agente de tránsito alguno. Es decir que la impunidad para los conductores estaba intacta.Delicias del barrio de...

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