Raúl Carnota

"Cuando me pille la muerte, la voy a esperar/ cajoneando fuerte el bombo, la hago bailar/ Salamanca, llévatela."Habrá sido por esa maravillosa música que nos regaló que Tata Dios se lo llevó con él, para escucharlo cantar "Sólo luz" ("Sólo quiero luz para andar y andar/ mezclado entre nubes voy a encontrar mi soledad.") O habrá sido el Diablo que lo andaba buscando, por un "Pecado de juventud", algún "Grito santiagueño" o la mala broma que le jugó al demonio "Salamanqueando pa'mí" ("El diablo me anda buscando no me encontró, parece que yo le debo un alma o dos. Salamanca, llévatelo"). La vida es misterio y el misterio se llevó ayer a Raúl Carnota. Tenía 66 años.Nació en Buenos Aires, se crió en Mar del Plata y se hizo grande en todo el país; viajando, componiendo y cantando. Incluso en los Estados Unidos, durante una estada no muy larga, y con algunos viajes a Europa donde se conectó con la música del País Vasco. Porque Raúl era músico a secas, aunque se lo conoció como folklorista. No era alto, pero había alcanzado, con muchos de sus versos y sus melodías, la estatura artística de Cuchi Leguizamón, Ariel Ramírez, Manuel Castilla, Jaime Dávalos y Eduardo Falú. Claro que lo hizo de otra manera porque era de una generación diferente. Sus canciones llegaron a Mercedes Sosa y a Ryuichi Sakamoto, y a una camada de jóvenes que, desde los años ochenta, encontraron en el folklore una manera de verse reflejados. "Toqué todo lo que te puedas imaginar -decía-. Y, en realidad, porque soy porteño y por la generación a la que pertenezco debería ser un músico de rock. Pero me gustó esta música. Es la que elegí porque era donde había lugar para inventar."Comenzó a ganarse la vida como guitarrista. Anduvo de gira con Adolfo Ábalos (el abecé del folklore) durante una magnífica serie de conciertos que daba con...

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