La carne sin sentido

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La Carne sin Sentido
Mi carne se arrulla entre las estrías de un pezón.
Los quejidos de mi cuerpo, estremecen el silencio del vientre de un ca-
pullo. De él, se desprende una voz lastimosa que camina, descalabrada, por
la segunda envoltura de los pétalos. Pierde la conciencia, un ojo y un amor.
Se transforma en una criatura casi inmortal.
Si pudiera depositar la fatiga en el ansia de la mirada de un animal.
Y si, después, ese animal se arrastrara hasta las estrías del pezón y se
comiera mi carne.
Y cuando solo quede el “sin sentido, la carencia para percibir, lo incom-
pleto de mi alma, lo desguarnecido de mi espíritu… Tal vez entonces, y solo
entonces, podría mi esencia recuperar un ojo.

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