Carmena y Colau: dos mujeres revolucionan la política española

MADRID.- Se sentía vieja para la revolución. Manuela Carmena le dijo dos veces no al líder de Podemos, Pablo Iglesias, cuando en marzo le propuso ser . Tenía 71 años, se había jubilado como jueza en 2010 y disfrutaba de ejercer el activismo social en un tranquilo anonimato.

A , 30 años menor, le sobraba ímpetu juvenil, pero la política le parecía una profesión sospechosa. Lo suyo era la lucha callejera. Vivió de okupa, se forjó en el movimiento antiglobalización y evolucionó hasta convertirse en el terror de los banqueros; la más famosa militante contra los desalojos de deudores hipotecarios.

Por una u otra razón, Carmena y Colau se tragaron sus reparos. Fueron candidatas. Y un mismo domingo de asombro se convirtieron en el símbolo de la extraordinaria transformación institucional que vive España. Si no ocurre nada raro, serán las próximas alcaldesas de Madrid y Barcelona. Tal vez parte de su éxito radica en que no necesitaron sobreactuar su condición de gente común.

Carecen de los atributos marketineros de la "nueva política". Dicen lo que les sale, se visten como si no tuvieran espejo, viajan en transporte público y tienen fama de ingobernables. Las une un discurso optimista y un glosario de promesas radicales.

A cada una la marcó una época delicada de la España moderna. La años de plomo del final del franquismo, a Carmena; el desastre social de la crisis económica, a Colau.

No pasa un día sin que Carmena recuerde que hoy podría ser una estatua. El 24 de enero de 1977 escapó a la muerte de milagro cuando una banda de ultraderecha entró al despacho de abogados laboralistas que ella había fundado en la calle Atocha y disparó a mansalva contra todos los presentes. Murieron cinco de sus colegas, incluido uno que esa noche había intercambiado con ella su oficina.

La reacción social ante la matanza de Atocha fue un hito clave en el camino hacia la democracia. Carmena no puede evitar quebrarse cuando ve el monumento a sus amigos caídos en la plaza Antón Martín.

Ella militaba en el Partido Comunista pero lo abandonó aquel año cuando Adolfo Suárez lo legalizó. Al poco tiempo entró en los tribunales. Fue una jueza civil con fama de incorruptible y garantista.

Su rival de esta semana, la conservadora Esperanza Aguirre le enrostró haber "defendido a presos de ETA". Ella respondió que vivió 20 años bajo amenaza de los terroristas vascos. Pero sí aceptó que creía en la reinserción, basada en la aceptación de que la violencia era un método equivocado.

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