Caras largas y preocupación en la calle Azopardo

Carla Carón ponía la etiqueta del precio a unas barritas de cereal y las volvía a acomodar dentro de una caja. Cintia Ramos, que trabaja junto con ella en el polirrubro de la calle México 169, la miraba tranquila y con expresión de aburrimiento."Pensar que hace menos de una semana no teníamos tiempo ni para respirar", contaron a La Nacion las jóvenes, que, junto al dueño del local, Carlos Caamaño, eran las únicas personas dentro del local de 200 metros cuadrados situado a menos de 100 metros de la calle Azopardo 650, donde, hasta el viernes, centenares de personas pasaban varias horas al día para tramitar el pasaporte y la cédula."Somos entre diez y doce empleados los que trabajamos acá y esto ahora está muerto -contó Cintia, y agregó-: Desde hoy [por ayer] ya nos redujeron el horario a todos porque el trabajo es poco y nada."La expresión de incertidumbre y miedo por su futuro laboral mediato era evidente en ambas jóvenes, que relataron que las ventas bajaron en todos los servicios que se brindaban en la zona, que giraban en torno a los pasaportes, como las fotocopiadoras. Lapiceras, folios, bebidas y sándwiches ayer se quedaron en las góndolas y heladeras como si se tratase de un día no laborable."Nos destruyó. Somos como un avión al que se le prendieron fuego los cuatro motores y venimos planeando a baja altura", contó Caamaño con cara de resignación ante la inminente catástrofe laboral.En la zona durante todo el día de ayer reinó la calma. Conseguir estacionamiento no fue una tarea difícil y el tránsito fue fluido como si se tratase de un feriado.Los que emigraron del lugar fueron los vendedores ambulantes de lapiceras y fundas...

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