La cápsula del tiempo

Hubo un tiempo en que escuchaba a Vangelis. Por aquello de la "música cósmica", supongo. No era una afición que comentara con los amigos de gustos musicales más sofisticados; mucho menos con los que caminaban por el lado salvaje (andá a confesarle ciertas blanduras a un devoto de los Sex Pistols). Con el correr de los años, el gusto por el compositor griego fue quedando olvidado entre el tsunami de lecturas, indagaciones musicales, películas y novedades culturales que nunca -por suerte nunca- parece detenerse.

Hasta un viaje en taxi, hace unos meses. Tenía que llegar -de ser posible, teletransportarme- a Caballito en medio del habitual colapso porteño. Así que levanté la mano, detuve un auto y lancé sin aliento la dirección a la que me dirigía. El taxista viajaba con los vidrios levantados y Vangelis a todo volumen. Una cápsula del tiempo.

"Si te molesta, apago", dijo, mirando el espejo retrovisor. Y yo que de ningún modo, "dejalo así, está perfecto". Sonrió: siempre es bueno descubrirse parte de una cofradía.

El viaje habrá durado unos veinte minutos. Una islita rodante. Los acordes electrónicos tenían algo así como sabor a infancia. Un tenue lazo con una época en que la inocencia parecía posible: la música de Cosmos, Carl Sagan y su polera eterna, su humanismo optimista, el sueño de mirar el cielo y creer no sólo que indefectiblemente llegaríamos a las estrellas, sino también que todo lo que estaba por venir sería mejor, luminoso, indudablemente bueno. Esa idea del futuro como promesa y no acechanza que por estos días, ay, cuesta tanto no considerar ingenua.

Volví a pensar en la dupla Vangelis-Sagan el viernes pasado, cuando asistí, junto con dos niños -hijo y amiga de hijo-, a una actividad organizada por el Centro Cultural Ricardo Rojas en la cúpula del CCK. Cielos, se llamaba la experiencia, y era una suerte de iniciación al conocimiento astronómico: observación, por medio de telescopios, de un cúmulo estelar; proyección de cortos sobre las auroras boreales, las constelaciones, el Voyager, su disco de oro y la certeza -¿romántica?- de que alguna vez toda la información contenida allí será leída por...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR