Campino: 'Somos una banda punk que celebra la vida'

Hay un ambiente de celebración en todos los integrantes del grupo punk alemán Die Toten Hosen, que acaban de llegar a la Argentina, donde les pasaron las cosas más importantes de su historia: participaron en la despedida de Los Ramones en River, en 1996; tocaron junto a Iggy Pop en una noche inolvidable en Dr. Jeckyll; grabaron una versión punk de "Mi Buenos Aires querido", y registraron el DVD Noches como éstas (2012) en Buenos Aires, para mostrarle al mundo el fenómeno que se produce con el público argentino. Hace más de veinticinco años que generaron un fraterno y extraño lazo de identidad con el país, que sólo consiguieron bandas como The No Smoking Orchestra, de Kusturica, o Los Ramones. Sus conciertos en vivo -un ritual festivo de canciones punk, cerveza y mística futbolera- crearon una comunión tan local que no se repite en otra parte del mundo.

Están ansiosos de empezar esta gira por lugares chicos que arranca hoy en Uniclub, sigue en Vorterix el sábado, en La Trastienda el martes, el viernes en el Teatro Flores y culmina en Groove el sábado 23 con Piltrafa, de Los Violadores, como invitado. Las entradas para todos los shows están desde hace rato totalmente agotadas. "Lo que nos queríamos asegurar era que este viaje fuera especial. No queríamos tocar en lugares grandes. Éstos son como los lugares chicos donde empezamos y donde siempre se generó una atmósfera intensa. Lamentamos que mucha gente no pueda ir, y la próxima vez nos encargaremos de que todos vayan, pero esta vez queríamos hacer esto. Queríamos celebrar nuestras raíces, nuestros orígenes", dice Campino, líder y cantante de la banda alemana, que luce agradecido y feliz de regresar. El hombre que trabajó con Wim Wenders y participó de una nueva versión de La ópera de dos centavos, de Kurt Weill y Bertolt Brecht, tiene una sonrisa plácida y una bonhomía extraña para el punk promedio.

-¿Recordás aquella noche de 1992 cuando debutaron en Buenos Aires, en Halley?

-Recuerdo muy bien esa primera noche porque allí conocimos el espíritu de los argentinos. Como los alemanes que somos, llegamos puntuales, a las 19.30, a la prueba de sonido, como nos había dicho el promotor. Por supuesto, la puerta del lugar estaba cerrada. No había nadie. Nos pusimos nerviosos porque recién a las dos horas apareció un tipo que abrió la puerta y nos dijo: "Si quieren, pueden ensayar adentro". Estábamos listos para tocar a las diez de la noche y no había nadie más que nosotros y el dueño del lugar. El...

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