Cambió el viento y todos estamos en peligro

"Tenemos un gobierno de izquierda estúpido y demagogo, y una sociedad apática, cobarde, incapaz de reaccionar -se queja el comandante Verdier-. Solo la fortaleza de las ideas nuevas podrá regenerar Europa. Las democracias están podridas. Disciplina y mano dura, cauterizando las partes enfermas: esa es la receta". Parece una diatriba de la semana pasada, pero Verdier la pronuncia en 1937: el comandante pertenece a La Cagoule, una organización clandestina de extrema derecha, y Pérez-Reverte la incluye en su novela Sabotaje para recrear los conceptos ideológicos que imperaban en aquellos tiempos cuando la democracia representativa era despreciada y los nacionalismos virulentos surgían en "auxilio de los pueblos". Aquella rebelión, como sabemos, no terminó nada bien, puesto que los antídotos resultaron muchísimo más tóxicos que los venenos, y porque una cosa llevó a la otra, y porque a las grietas armadas las carga el diablo. A pesar de las diferencias, pocos momentos históricos tienen tantas resonancias actuales: las élites y las comunidades, entonces como ahora, responsabilizan al sistema republicano por un declive que era y es esencialmente económico. Hoy la Unión Europea está sumida en un profundo malestar, no por culpa de la democracia, como se pregona, sino porque es víctima silenciosa de una gigantesca migración de recursos comerciales y tecnológicos hacia las naciones asiáticas. Los efectos de la globalización en las naciones poderosas son también la principal causa del surgimiento de , cuyo ideólogo Steve Bannon reivindica el "populismo de derecha", el nacionalismo económico y los movimientos "soberanistas". Está feliz, por supuesto, con Jair Bolsonaro, que sin tres años de recesión profunda no hubiera obtenido un triunfo tan arrasador. Esta moda inquietante hizo escribir al articulista español Antonio Caño: "A cualquier lado al que miremos, casi sin excepción, vemos un similar escenario de odio, enfrentamiento, extremismo, polarización, brutal lucha partidista. Los radicales se imponen sobre los moderados, el centro pierde espacio, el pacto y la negociación dejan de ser una opción apreciada por la sociedad, que premia a los que prometen destruir al adversario político sin miramientos".De manera arrogante e insistente, intelectuales del progresismo internacional nos advertían hasta hace cinco minutos que la globalización era la nueva forma del imperialismo y que había sido astutamente montada con el objetivo de sojuzgar una vez más a...

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