Cuando el cambio está en nosotros

En las últimas semanas, cientos de miles de argentinos padecieron en silencio, con más resignación que estoicidad, el despropósito de un grupo de delegados gremiales, alineados con el kirchnerismo, que privó a la ciudad de los servicios de subterráneos por más de una semana. Un grupo de delincuentes comunes, que operan en general bajo el más cómodo y menos infamante rótulo de barras bravas, en cambio, lesionó más tarde a tiros a dos efectivos policiales por habérseles dificultado, con justificadas razones, el ingreso a un estadio de fútbol. Sobran en la actualidad los contrastes de esa naturaleza.Mal podría decirse que allí, en esos dos comportamientos tan diferenciados, están las dos caras de una misma Argentina. En el primero, desde luego que sí. ¿Pero qué entidad real, acaso, asume la otra parte: la de la violencia inaudita, la de los atropellos, robos y muertes que se han apoderado de la seguridad general, sin contar la inseguridad jurídica, que por cierto no es menor? ¿Es, en verdad, esta otra Argentina, la de la vergüenza que escandalizaría a cualquier otra comunidad civilizada, lo suficientemente extendida como para acreditarle la representatividad de la segunda mitad de lo que somos como nación?Conviene reflexionar sobre esa cuestión que por momentos doblega el ánimo de muchos argentinos, convencidos de encontrarse por sí mismos incapacitados para torcer en 180 grados el rumbo tenebroso hacia el que parece enfilado el país. Urge tomar conciencia de que las cosas son como son porque la mayoría confía menos de lo que debería en la fuerza de la que todos juntos dispondrían si se aunaran quienes desesperan por iguales motivos.¿Sería todo igual si cada uno decidiera sumar su modesto aporte personal con vistas a que los argentinos recuperemos la alegría y el respeto por su presente, tanto como la esperanza hoy turbada por el porvenir que ha de tocar, si permanecen en esta tierra, a hijos y nietos?Ningún miedo debe paralizar ese talante alicaído como para que no llegue a la acción resuelta, a la palabra en alto de quienes sufren por la perversión de que se pretenda adoctrinar en la visión facciosa de un sector político gubernamental a los chicos de las escuelas públicas o de utilizar, como mano de obra sumisa y esclavizada en actos proselitistas, a condenados por delitos de la peor ralea, como el crimen y secuestro sin conexión política alguna de Axel Blumberg.El miedo es la única cárcel de la que no se sale. ¿Qué bien para defender es, acaso, superior...

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