Cambiemos necesita un

Presiente Alejandro Katz que se está abriendo en la Argentina una saludable discusión ya no sobre el pasado, sino sobre los trazos finos del próximo gobierno de Cambiemos. Esa intuición se basa en que solo un cisne negro sacará al peronismo de su postración fragmentaria, y que los socios de la coalición gobernante se hacen oír entonces de manera estentórea. Sin mayorías parlamentarias pero también sin las viejas sombras amenazantes, Cambiemos ejerce una centralidad en la política que le permite jugar a ser oficialismo y oposición al mismo tiempo, algo que solo conseguía el movimiento de Perón en sus años de apogeo. Todo este espectáculo consolida la idea (cierta o falsa) de que el kirchnerismo ya no regresará al poder y de que el justicialismo carece de un líder competitivo. Pero por paradoja, esos alivios no resultan fértiles para el oficialismo, al que siempre le fue mejor con la imagen de debilidad que con la de fortaleza, y que muchas veces fue perdonado precisamente por el miedo a ese retorno, tanto por sus votantes como por sus aliados. Los primeros, en consecuencia, están siendo menos pacientes con la economía y más críticos con los pecados de la ética, y los segundos no quieren ser convidados de piedra en el diseño general.

Una escena de diciembre en la residencia de Olivos, frente a los diputados radicales recién llegados al Congreso, resulta hoy premonitoria. Mario Negri tomó allí la palabra y le dijo a su anfitrión: "Señor Presidente, usted sabe mucho de autos. Nosotros manejamos un prototipo que tiene cuatro años de garantía. Ya hemos cubierto la mitad del camino y nos fue bien. Ahora nos toca hacer un service". Pero el macrismo se siente genéticamente dueño del coche, y está demasiado concentrado en avanzar sobre los ripios. La coalición, por desidia o por egoísmo, nunca entró en el taller y siguió rodando. Y los radicales, salvo con algunos temas puntuales, se fueron enterando de muchas iniciativas por los medios de comunicación. Ocurrió, por ejemplo, con la despenalización del aborto y la nueva agenda de género. Tampoco son víctimas inocentes: a veces se quejan sin aportar propuestas, y ceden a la demagogia para no decepcionar a su clientela y para contener en el partido a los dirigentes más incómodos; también para no dejarse aventajar por Elisa Carrió, que pesca en esa misma laguna con mediomundo. Lilita no quiere perder su capital simbólico, su inmensa grey de clase media ni el sidecar que inventó para los disidentes de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR