Las calles de Rosario se pintan para vivir un clásico sin intolerancia

ROSARIO. Si el escritor ruso León Tolstói pensó aquello de "pinta tu aldea y pintarás el mundo" como una metáfora, en esta ciudad lo entendieron de otro modo. Literal. Basta con echar un vistazo por las calles, que ayer se achicharraban al calor de los más de 43 grados de sensación térmica: es difícil andar más de una cuadra sin encontrar una referencia directa a Rosario Central o Newell's. O a los dos.

El asunto empezó como algo folclórico: grupos de hinchas que se juntaban para pintar murales alusivos a su equipo, como puede verse en cualquier otra parte. Pero en los últimos diez años tomó otro color, menos amable a la vista de a quienes el fútbol les da lo mismo y, sobre todo, al respeto por el ciudadano. Cordones de las veredas, carteles indicadores de las plazas, postes de luz y de gas, barandas de los puentes, guard-rails en las autopistas, lo mismo da: lo importante es patentar los colores de uno antes de que lo haga el otro.

La aldea rosarina muestra esa paleta de rojo-negro y azul-amarillo como concepto. Y, al paso de esas manifestaciones pictóricas -o como vector, tal vez-, fue creciendo un nivel de violencia tal que hoy, a un día de un clásico más, la principal preocupación pasa por saber si se podrá vivir un domingo en paz. Las radios locales repetían ayer un comunicado municipal que advertía que cualquier mínimo brote de enfrentamiento en un transporte público determinará que ese colectivo se detenga inmediatamente.

La intendenta, Mónica Fein, encabezó un acto en el Monumento a la...

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