La calle, cementerio de muchos jóvenes

Algo muy grave ocurre en una sociedad cuando un número preocupante de adolescentes muere en las calles víctima de asaltos, patotas o en tiroteos con la policía. Hasta mayo último, eran casi 30 los menores de 16 años que murieron debido a la violencia -ajena o propia-, según datos de LA NACION: 24 víctimas de la violencia, a los que hay que sumar otros cuatro adolescentes que cayeron en enfrentamientos con la policía. Esos números sólo reflejan en forma parcial este drama, pues las autoridades no informan todos los episodios. El año pasado, en un lapso similar, sumaban 20 los casos de menores de 16 años que fueron asesinados en episodios de violencia o inseguridad en la calle.

Lo preocupante es que, por un lado, se producen crímenes en situaciones que años antes los jóvenes resolvían de manera no trágica. Por el otro lado, la violencia y la muerte cotidianas anestesian a buena parte de la sociedad, que se acostumbra a esos hechos hasta llegar a considerar como algo normal la muerte violenta de adolescentes.

Entre los complejos factores que contribuyen a esta dolorosa realidad, hay que consignar en primer plano el culto a la violencia que no sólo se adueña de la televisión, sino que, muy especialmente en nuestro país, campea en la vida cotidiana y puede verificarse tanto en el tráfico vehicular como en los partidos de fútbol, el accionar de las barras bravas y la delincuencia violenta y cada vez más sádica. A ese componente de violencia hay que agregar el de la impunidad que caracteriza a muchos hechos delictivos, como los que protagonizan las barras bravas. También, la deserción escolar, el cada vez más fácil acceso a las armas de fuego en el mercado clandestino, y la influencia del alcohol y las drogas, cuyo consumo no cesa de aumentar. Según un informe sobre el narcotráfico y las adicciones, elaborado por la Universidad Católica Argentina, la venta de drogas en barrios aumentó un...