Cada familia es un mundo

Julián trae la caja, vuelca su contenido sobre la mesa, me mira. Sostenida en años de amistad, avanzo sobre las fotos, me detengo en algunas; reconozco rostros, situaciones, el paso del tiempo fragmentado en coloridos rectángulos de papel satinado. "Ahora me da por ahí -dice mi amigo con rictus cansado-. Busco en las fotos viejas, no paro de mirarlas. Quiero encontrar el punto de fuga, ¿entendés? Descubrir cuándo empezó."

Julián, que alguna vez quiso ser biólogo marino ("culpa de los documentales de Cousteau", bromeaba), terminó estudiando Psicología y finalmente dedicándose al comercio, hace años que habla de una insidiosa, personal y agotadora sensación de abismo. Las luces de alarma se le encendieron mucho tiempo atrás, apenas dejó la adolescencia. "Un simple viaje en colectivo", rememora con un dejo de amargura. Acomodado en los asientos de atrás, vio subir a un chico que exhibía todos los signos de padecer algún retraso madurativo. Mientras su acompañante (¿padre? ¿madre?, Julián no recuerda) se demoraba pagando los boletos, el muchacho comenzó a avanzar hacia el fondo del vehículo. Y ocurrió lo que desarmó a Julián, el primer indicio de eso que hoy llama "la herida": un crujido de algo que se agrieta muy en el interior de sí mismo, la indefinible sensación de estar, en lo profundo, roto. Todo se resumió en un gesto. A cada paso que daba, el chico se detenía, miraba a un pasajero, le sonreía. "Era más que amabilidad -continúa-. Era como un pedido de aceptación; con cada sonrisa ese pibe parecía decir: soy bueno, soy manso, soy inofensivo, quereme." Mi amigo insiste: "Te aseguro que fue así; le sonrió a cada una de las personas que estaban ahí, del primer asiento al último". El Julián veinteañero que asistía a esa escena sintió, de un modo insoportablemente visceral, que el chico que avanzaba por el pasillo del colectivo era él. Se vio a sí mismo andar por la vida suplicando benevolencia.

La segunda alarma llegó con la literatura. Leía El extranjero, de Camus, y se detuvo en un personaje casi marginal: Salamano, el anciano vecino del protagonista que día tras día, metódica e...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR