Bye, bye, Sepp

Un mes atrás, Joseph Blatter dijo haber estado "entre los ángeles que cantan y el demonio que atiza el fuego".

Aquella visión le llegó en el hospital, internado en medio de un fuerte cimbronazo del largo escándalo de la FIFA. "Estuve muy cerca de la muerte", aseguró. "Pero fueron los ángeles los que cantaron".

Un mes después, el fuego del demonio lo incineró. Los ángeles ya no volverán a cantar para Sepp.

Obligar a Michel Platini a pagarse las entradas para ver un partido de fútbol se parece bastante a una condena a la muerte civil. Así debe sentirse un hombre que ganó tres Balones de Oro y que fue el sueño futbolístico de millones de aficionados.

Obligar a lo mismo a Joseph Blatter, que de sus 79 años de vida pasó 41 trabajando en la FIFA, es bastante peor: es casi la muerte real. "No tiene muchas otras cosas que hacer en la vida. Ésa es su tragedia", describió este año un estrecho ex colaborador.

Las imágenes de ayer fueron concluyentes: nunca (pero nunca) se vio a Blatter tan dejado, tan frágil y abandonado. La curita en el pómulo derecho le daba un toque más dramático a un rostro que no requería de aditivos: muy mal debe estar el ya anciano Blatter para salir de su casa mal peinado y sin afeitarse. Corinne, esa hija que lo acompañó en todos los momentos de gloria y que sigue con él en el ocaso, ya no puede controlarlo.

Pero papá Sepp no le hace caso. Ciego al hecho de que ya no tiene hogar en el fútbol, Blatter alquiló en forma privada el lujoso restaurante Sonnenberg de Zurich, el sitio emblemático de encuentro para dirigentes y periodistas en la antigua sede de la FIFA. Paga para seguir frecuentando aquellos lugares en los que las puertas se le...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR